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Párroco y policía militar

Juan Arias

Como la Mafia en Italia, antes respetaba a las mujeres y a los niños y les ahorraba la violencia, también una vez en Río de Janeiro para los bandidos las iglesias y conventos eran sagrados. Ya no. Los asaltos han llegado a las puertas de los sagrarios y han profanado conventos. En abril, en la parroquia de Nossa Senhora da Luz, en el barrio noble de Boa Vista, en el famoso Parque de la Tijuca, durante un asalto a mano armada a la misma fue asesinado el sacristán de la parroquia, Manuel Miranda dos Santos. El párroco, atemorizado, pidió dejar la parroquia, que se quedó vacante. ¿A quién pedirle que la asumiera? El arzobispo de Río, monseñor Eusébio Scheid, tuvo una idea genial: se la ofreció al padre Marcelo Paiva, un sacerdote que, además, es policía militar y que hasta ahora era el capellán del cuerpo. El cura-policía ni lo dudó. "Para mí todos los lugares son seguros", dijo sonriendo al hacerse cargo de la parroquia de marras. ¿De dónde le viene tanta seguridad? Los feligreses comentan que a los bandidos no les va a hacer ninguna gracia un párroco-policía, ya que no es nada extraño que debajo de la sotana lleve algo más que una reliquia de Nuestra Señora.

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