La negociación entre laboristas y Likud entra en la recta final
Las negociaciones entre el Likud y el Partido Laborista para formar un Gobierno de unidad nacional en Israel (el tercero en la historia del país) entraron ayer en la recta final tras la reunión entre Ariel Sharon y Simón Peres. El único obstáculo que queda por superar es la elección de un plan para salir de la crisis económica. En el horizonte se vislumbra una coalición amplia -de al menos 75 diputados en una Cámara de 120 escaños-, que estaría formada, además de por el Likud y los laboristas, por los partidos religiosos Shas y la Unión de la Torah y el Judaísmo.
La negociación de los últimos flecos ha sido encargada a un equipo expertos y responsables políticos de ambos partidos. Entre ellos está Benjamín Ben Elezier, ex secretario general del Partido Laborista y ex ministro de Defensa en el último Gobierno de unidad nacional. La paradoja es que fue él quien rompió unilateralmente el pacto con los conservadores en 2001 por razones puramente electorales.
El principal escollo se centra ahora en el programa económico del futuro Gobierno de unidad nacional. Sobre la mesa hay dos planes opuestos. El actual del ministro de Hacienda, Benjamín Netanyahu, defiende el suyo, decidido a imponer fuertes recortes en las prestaciones familiares y sociales. Los laboristas, capitaneados por el líder de la central sindical Histadrut, Amir Peretz, sostienen que los recortes deben centrarse más bien en Defensa, una propuesta que coincide con la opinión del Banco de Israel. Los laboristas tratan de imponer un plan de choque que acabe con la pobreza y el paro, que ya supera el 10%.
Los laboristas ponen como ejemplo a seguir el pacto tripartito -empresas, sindicatos y Gobierno- alcanzado hace años en Irlanda y que permitió sacar a este país de la crisis.
