_
_
_
_
Reportaje:

¿Hay vida después de Aznar?

Algo aturdido todavía por el inesperado y traumático desalojo del Gobierno y por la brusca estigmatización de sus siglas en el dramático contexto electoral del 14-M, el Partido Popular se prepara para oficializar en el congreso extraordinario de primeros de octubre su nueva etapa posaznarista. La confianza en su poderío organizativo y la creencia, voluntarista o no, de que su vuelta al poder se producirá más pronto que tarde, puede que incluso antes de que finalice la actual legislatura, contribuyen a confortarles en estos momentos de desolación. Aunque la derrota ha sido cruenta -la luminaria de Aznar se ha eclipsado cuando alcanzaba su cenit- y ha dejado en la calle a un ejército de damnificados -varios miles de militantes y amigos se han quedado sin empleo-, no parece que los viejos demonios familiares de la derecha española vayan a escaparse de la aherrojada botella orgánica en la que les encerró el propio Aznar, hace una década, cuando refundó el partido. La "dulce derrota" en los comicios europeos del 13 de junio está ayudando a conjurar esas tentaciones conspirativas domésticas, al tiempo que alivia la pesada digestión, todavía en curso, del doloroso 14 de marzo.

El PP conjuró el peligro de que una derrota rotunda en las europeas debilitase el liderazgo de Mariano Rajoy y abriese el cajón de las incertidumbres
La actitud de Aznar de cuestionar la legitimidad de la victoria socialista comienza a chirriar incluso en los oídos de los propios aznaristas
"No se puede ir por ahí perdonando la vida a los demás y luego proclamarse centrista. Hay dirigentes, no sólo Aznar, con actitudes de la derecha dura"
Se da por supuesto que Rajoy creará una Ejecutiva integradora con una ponencia política adaptable a los movimientos del Gobierno socialista
Cortés: "El gran mérito de Aznar ha sido ocupar todo el campo político, impidiendo la existencia de extremismos y movimientos antisistema"

Es así, hasta el punto de que algunos dirigentes sostienen que el resultado de las europeas: el 41,30% del voto emitido, sólo dos puntos menos que el PSOE, ha sido el mejor de los posibles. Ciertamente, el PP ha soslayado el peligro de que esos comicios actuaran como una segunda vuelta de las generales y acentuaran el castigo y los estragos. Un mal resultado habría debilitado el nuevo liderazgo reservado a Mariano Rajoy y destapado, quizá, el arcón de las incertidumbres. Pero si el resultado es calificado de óptimo es porque algunos dirigentes creen que un triunfo del PP sobre el PSOE, tres meses después del 14-M, habría vuelto a "aznarizar" el partido; restablecido la dependencia orgánica respecto a la personalidad y el estilo del "gran ausente"; asentado la idea, para algunos perniciosa, de que el "aznarismo sin Aznar en primera fila" debería seguir vigente. Demasiado para un partido marcado por el legado orgánico y el sello personal de Aznar. que tiene que armarse como alternativa opositora.

Ausencia de Aznar

Y es que la ausencia de Aznar es relevante para el nuevo camino del PP. Abre una realidad nueva, pese a que la estructura organizativa y los presupuestos ideológicos heredados aseguren en gran medida la continuidad. Hoy por hoy, Rajoy da a entender que se distancia de José María Aznar y de su grupo de leales, presentes en la Fundación FAES o identificados con el denominado "clan de Valladolid", que apostaron igualmente por él frente a las candidaturas de Rato y Mayor Oreja. Los "hombres del anterior presidente", habría que decir, como Ángel Acebes -"el mejor clon de Aznar", dicen de él-, Carlos Aragonés, Miguel Ángel Cortés, Eduardo Zaplana..., ocupan, de hecho, puestos de confianza en la estructura dirigente de un Mariano Rajoy que cuenta con la colaboración incondicional de Francisco Villar, su jefe de gabinete, y de Jorge Fernández Díaz, ex presidente del PP catalán.

A medio plazo, la incógnita es hasta qué punto el posaznarismo va a hacerse con Aznar, sin Aznar o contra Aznar. Contra Aznar, porque la actitud del ex presidente de cuestionar la legitimidad moral del triunfo del PSOE empieza a chirriar también en los oídos de los propios aznaristas. "Nuestro problema es que, aunque tenemos un programa de centro, algunos de nuestros dirigentes, no sólo Aznar, adoptan actitudes y discursos más propios de la derecha dura. No se puede ir por ahí perdonando la vida a los demás y luego reclamarse centrista", indica una diputada, defensora a ultranza, por lo demás, de la valía personal de José María Aznar.

"Además de un cheque en blanco para Rajoy, las elecciones europeas han sido como el crimen perfecto", apunta un parlamentario. "Hemos perdido por poco, lo suficiente, en todo caso, para que no se le pueda echar de menos a Aznar. Creo que se abre un periodo de estabilidad, pero es bueno que el congreso se celebre pronto para poder asentar el nuevo liderazgo de Rajoy y hacer el corte con la etapa anterior", indica este diputado.

El congreso del PP consolidará, seguramente, la trayectoria del grupo de "mujeres emergentes" compuesto por la candidata a lehendakari, María San Gil; la vicepresidenta del Gobierno balear, Rosa Estarás; la diputada Dolors Nadal; la balear María Salom; Beatriz Elorriaga; Soraya Sáenz de Santamaría, estrecha colaboradora de Rajoy, así como la alcaldesa de Jerez, María José Pelayo. E, igualmente, debe incorporar al aparato del partido a los jóvenes valores ascendentes formados en las Nuevas Generaciones: Jorge Moragas, secretario de relaciones internacionales del PP; Gustavo de Arístegui, experto en cuestiones internacionales; José Antonio Bermúdez de Castro, secretario de formación, y el canario Pablo Matos. El ex vicepresidente segundo y tres veces ministro, Javier Arenas, tiene encomendada la complicada misión, toda una prueba, de convertir al PP andaluz en una alternativa a la hegemonía socialista. Y Eduardo Zaplana, ahora portavoz parlamentario, aparece, a su vez, debilitado por las agrias disputas en el PP valenciano y por los negocios familiares en el parque temático de Terra Mítica.

"El PP ha aguantado el terrible trauma de la derrota sin caer en las divisiones estériles", analiza Javier Zarzalejos, antiguo secretario general de la Presidencia y elemento destacado del colectivo intelectual que dirige la Fundación FAES. "El liderazgo personal de Aznar ha convertido al PP en una organización muy sólida que abarca todo el espectro del centro-derecha, sin dejar resquicios. No hay nada fuera del PP. El segundo elemento a considerar es que el PP está en condiciones de impedir que el PSOE entre en un ciclo de 12 años de victorias. No vemos un verdadero cambio de hegemonías porque no ha habido un derrumbe del PP. Si el PSOE ganó el 14 de marzo", explica, "fue porque se aprovechó de una movilización singular, surgida de las emociones causadas por los atentados; pero muchas de estas personas", añade Javier Zarzalejos, "son gentes situadas en la periferia del sistema que fueron a votar en esa ocasión, pero que no repetirán fácilmente. Además, el PSOE está presionado por unos pactos y unos socios difíciles de satisfacer". La opinión más extendida es que el Gobierno de Rodríguez Zapatero puede caer antes, incluso, de que termine la legislatura, y que, en todo caso, en un sistema que parece encaminarse resueltamente hacia el bipartidismo, los ciclos políticos venideros van a ser cortos.

El caso es que el prefigurado guión de la historia que a estas alturas situaba a José María Aznar en el retiro de su glorioso olimpo, complaciéndose en las andanzas triunfantes de su partido, ha sido sustituido por el relato amargo de cómo un líder obcecado en el error termina por arrastrar a sus huestes a la derrota. De hecho, es así como lo ven no pocos representantes del PP. "Jaime Ignacio del Burgo, Rodrigo Rato y Gustavo de Arístegui, entre otros, le aconsejaron expresamente que no enviara tropas a Irak" (...). "No quiso tener en cuenta que la sociedad española detesta las guerras (...). Se metió una sobredosis atlantista innecesaria porque había otras opciones (...). Nos decían que Francia y Alemania también iban a entrar en la guerra, y que si se mostraban diletantes era sencillamente porque estaban poniendo su precio (...). Nos aseguraban que el rechazo a la guerra de la sociedad española cambiaría inmediatamente en cuanto acabara la campaña bélica (...). No necesitaba hacerse la foto de las Azores (...). El hiperliderazgo le ha conducido al aislamiento, a creer que sólo debía rendir cuentas ante sí mismo". Son algunas de las opiniones recogidas entre dirigentes y parlamentarios del PP. Pero el gran reproche, el que alcanza igualmente a los más fervorosos aznaristas, es que la participación en la guerra de Irak nunca ha sido explicada dentro del Partido Popular, pese a los desgarros que suscitaba.

"En el caso del PP, la empresa es claramente más importante que sus hombres", indica el diputado popular Rogelio Baón, autor del libro Historia del Partido Popular. "La estructura territorial es un mallazo que no se puede romper fácilmente. Por ejemplo", explica, "los técnicos del partido en las regiones dependen económicamente de Madrid, aunque estén al servicio de los presidentes locales. No se permite recaudar donaciones de forma autónoma. Todas las listas tienen que tener el refrendo del Comité Nacional, y hay un comité de disciplina interno. Ya dicen los teóricos", añade Baón, "que la estructura organizativa de un partido tiene que mantener un equilibrio entre la fuerza y la democracia". La idea de un partido fuerte muy cohesionado es defendida con el argumento de que en una España tan descentralizada como la actual son los grandes partidos nacionales los que tienen que asumir la vertebración del país. "Nosotros no debemos reproducir en nuestro seno las baronías que se dan en el PSOE", advierten algunos dirigentes.

Creación de FAES

Aznar refundió todas los grupos de pensamiento del centro-derecha: los clubes liberales; la Fundación Cánovas, creada en la órbita de la Alianza Popular de Manuel Fraga y de Mariano Rajoy, y la democristiana Humanismo y Democracia, que era financiada por la fundación alemana Adenauer. Todas convergieron en FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), un potente laboratorio de ideas, un think tank al estilo anglosajón, y también la escuela de política y oratoria, el almacén de ideas y proyectos. Es el cerebro que guía los pasos del PP, un equipo de personas enormemente influyentes, del que formaron parte en sus orígenes Miguel Ángel Cortés -el primer secretario de la fundación, Alfredo Timermans, Gabriel Elorriaga, Baudilio Tomé, José Luis González, Pío Cabanillas, José María Michavilla, Eugenio Nasarre. Alejo Vidal Cuadras y José Pedro Pérez Llorca-.

Más tarde se les uniría Carlos Aragonés, un personaje casi desconocido fuera del partido, que, a la sombra de Aznar y fuera de los focos de la atención pública, ha ejercido un enorme poder en las dos legislaturas populares desde su cargo de jefe de gabinete del presidente. Integrado por políticos liberales preocupados por las ideas, este grupo -al que hay que sumar a Pilar del Castillo, Mercedes de la Merced y al equipo económico de Rodrigo Rato: Cristóbal Montoro, Luis de Guindos y Elvira Rodríguez- constituye el núcleo pensante que ha orientado las decisiones de Aznar. No es por casualidad que, en su retirada del primer plano de la escena, el anterior presidente del Gobierno se haya reservado la presidencia de FAES.

Desde el poder, Aznar cumplió con el programa liberal (las privatizaciones de las grandes empresas estatales no estuvieron exentas de polémicas), pero sin cuestionar ni romper el consenso sobre la Seguridad Social, las pensiones, los elementos básicos del Estado de bienestar. A falta de grandes definiciones doctrinarias, el PP maneja una ideología muy dúctil, pragmática, que enfatiza lo que une y silencia lo que separa. "No hay debate sobre el aborto, la biología molecular, la Iglesia, las uniones de homosexuales, la guerra de Irak. Es que ni siquiera se plantean", confirman varios dirigentes. A cambio, el PP se expresa ideológicamente en torno a una serie de ideas fuerza que constituyen sus mejores señas de identidad públicas.

La idea de España es, por supuesto, el primero de estos pilares básicos, y eso que la evolución de la derecha en este terreno ha sido notable. Del rechazo inicial a la Constitución, manifestado por la Alianza Popular de Manuel Fraga, la derecha española ha pasado a aceptar el modelo del Estado de las Autonomías e, incluso, a reclamar, como elemento identitario el "patriotismo constitucional", un concepto de Habermas asumido con anterioridad por el pensamiento de la izquierda. "Es posible, sí, que la reivindicación de ese concepto por el PP entrañe el riesgo de que sea interpretado como una apropiación partidaria de la Constitución", reconoce Eugenio Nasarre, "pero significa un gran avance para el centro-derecha español porque supone identificar el ideal de la patria con la España plural, garante de los derechos y libertades, con la España constitucional democrática".

Aunque el PP no piensa modificar el concepto federalizante de la igualdad de las autonomías, es posible que ahora acepte participar en la reforma constitucional, que Aznar había rechazado sistemáticamente con el conocido sonsonete de: "Ahora no toca". Es una de las cosas que pueden cambiar en la etapa posaznarista. Como contrapeso a la aceptación del modelo autonómico, el PP ha hecho del fortalecimiento de la conciencia del ser nacional un elemento esencial de su ideología.

"El gran mérito de Aznar ha sido el de ocupar todo el campo político impidiendo la existencia de extremismos y de movimientos antisistema", dice Miguel Ángel Cortés. "Conviene tener en cuenta que España y el Reino Unido son los únicos países europeos que no tienen una extrema derecha organizada". A los representantes del PP les subleva que parte de la izquierda y de los nacionalismos les tachen de fachas, como les subleva el argumento reprobatorio de que si no existe la extrema derecha en España es porque está en el PP. "Precisamente, lo que hemos hecho ha sido deglutir a la extrema derecha, la hemos reducido a la mínima expresión, pero no porque seamos un partido derechista, sino porque hemos ampliado la base de la corrección política", apunta el diputado vasco Gustavo de Arístegui.

Movimientos antisistema

"Los movimientos antisistema", apunta, a su vez, Miguel Ángel Cortes, "aparecen con más facilidad en países en los que la única posibilidad de oponerse al Gobierno es saliéndose del sistema. Por eso, lo interesante del caso de España", añade, "es que hay un gran equilibrio entre el consenso y el disenso entre los dos grandes partidos. Hay consenso entre los grandes temas de Estado, pero los descontentos tienen la posibilidad de convertirse en alternativa dentro del sistema". A juicio de Javier Zarzalejos, el éxito de una expresión tan ofensiva como la de facha, referida al PP, es producto de la influencia ideológica que los nacionalismos radicales ejercen en una parte de la izquierda, incapaz de superar los anacronismos. De igual manera, niegan que la ideología del PP esté impregnada del nacionalcatolicismo. "Sabemos que la mayoría de los católicos votan a nuestro partido, y es cierto que los valores procedentes del cristianismo están presentes en nuestra ideología, pero se exagera mucho sobre esto porque somos un partido laico y autónomo, aunque en ese terreno reaccionemos ocasionalmente contra el PSOE", asegura Eugenio Nasarre.

Al calor del éxito que se le reconoce generalmente en la lucha contra ETA, el antiterrorismo se ha convertido en otra de las ideas fuerzas de la ideología del PP y en un poderoso elemento de cohesión interna. La firme decisión de vencer a ETA, la actuación resuelta contra las estructuras cómplices y la atribución de un papel político a las víctimas constituyen un activo valioso para el primer partido de la oposición. María San Gil, candidata a lehendakari del PP vasco, dice que, aunque sólo fuera por eso, ella tiene que sentirse devota de José María Aznar y de Jaime Mayor. "Nos han devuelto el orgullo de ser populares vascos", dice. San Gil habla de un PP vasco integrado por gentes muy humildes y valientes que se han metido en la política no para medrar o sacar algún beneficio, sino por espíritu de rebeldía, por la defensa de la libertad. Nada que ver con los conocidos como PP pijos, niños bonitos de la derecha española, algunos de apellidos ilustres, a los que se atribuye tanta ambición personal como falta de ideas y convicciones. "Militar aquí", dice María San Gil, "es optar por el partido de los débiles, porque los empresarios y los grandes profesionales liberales están en el PNV, que es donde está la seguridad".

Con todo, no faltan quienes también dentro del PP admiten que el partido y al anterior Gobierno han abusado retóricamente de la lucha antiterrorista, adjudicándose un protagonismo partidista excesivo y atribuyéndose méritos que corresponden igualmente a los jueces y a otros colectivos sociales y políticos. "Es posible, sí, que incluso en las cosas que hemos hecho bien hayamos dado una vuelta de rosca de más, enfatizado, reiterado y exagerado más de lo debido. Pero me parece que esa actitud de capitalizar a toda costa la han adoptado más algunos aznaristas fervientes del anterior Gobierno que el propio Aznar", comenta un diputado. Compartir la condición de victima ("PP-PSOE, fatxas", escriben en las paredes los amigos de ETA) ha hecho que la relación entre socialistas y populares vascos no esté tan impregnada del sectarismo y del instinto cainita que abundan en otros lares.

Precisamente, el futuro congreso del PP deberá decidir qué grado de colaboración con el Gobierno del PSOE va a mantener en los asuntos de Estado. Mientras, los dirigentes de ideología más centrista se inclinan por facilitar esos acuerdos en terrenos como el de la lucha antiterrorista, la política internacional, las reformas autonómicas, la fiscalidad..., siempre que los socialistas se atengan al marco constitucional y a la búsqueda de consenso, algunos conservadores rechazan toda colaboración con el PSOE y dejan abierta la posibilidad de un acuerdo con los nacionalistas moderados, CiU, preferentemente, acuerdo del que se excluye, eso sí, al PNV. Son los que, previsiblemente, pugnarán por colocar el listón de las condiciones tan elevado que haga imposible el consenso.

Ejecutiva integradora

A tres meses del congreso se da por supuesto que Mariano Rajoy formará una ejecutiva integradora y que la ponencia política se asentará sobre una estrategia modulable en función de los movimientos del Gobierno socialista. "Eso nos permitiría cargarnos de argumentos y presentarnos como alternativa en el caso de que el PSOE se desvíe a causa de sus pactos y contradicciones internas", explica Eugenio Nasarre. "Pero si el PSOE no incurre en esos errores, entonces", apunta, "no deberíamos tener problemas para recomponer las relaciones".

El último gran pilar ideológico del PP es la ambición de colocar a España en el grupo de cabeza de las grandes naciones, en el G-8, en el Consejo de Seguridad de la ONU, dotarla de una proyección y un protagonismo exterior, sacarla del aislacionismo y el neutralismo, del grupo de naciones que juegan un papel secundario internacional. Ha sido una de las grandes obsesiones de José María Aznar en su última etapa. "Efectivamente, Aznar es muy crítico con esa España que, como dijo Azaña, se quedaba a la orilla del camino de los demás", afirma Miguel Ángel Cortés. "Piensa que el sitio de España está en Europa, pero también en EE UU, no sólo porque es la primera nación libre del mundo y la que tiene un modelo más competitivo, sino también porque hay allí 40 millones de hispanos y éste es un dato que desde todos los puntos de vista, económico, político y cultural, debemos considerar", indica el diputado de Valladolid.

"Con el porcentaje de votos que hemos mantenido en las europeas y nuestra implantación territorial en las comunidades autónomas, lo nuestro es más bien una retirada a los cuarteles de invierno, a la espera de que el PSOE caiga por su propio peso", vaticinan Rogelio Baón y otros diputados populares. Pero no faltan quienes advierten: "Cuidado con minusvalorar al adversario e incurrir en planteamientos cortoplacistas. Pese al resultado de las elecciones europeas, el poder fortalece generalmente a quien lo detenta y debilita a quien lo pierde".

Militantes del Partido Popular, en un acto en la madrileña plaza de toros de Vista Alegre celebrado el pasado mes de marzo tras la derrota electoral.
Militantes del Partido Popular, en un acto en la madrileña plaza de toros de Vista Alegre celebrado el pasado mes de marzo tras la derrota electoral.GORKA LEJARCEGI
Mariano Rajoy, secretario general del PP.
Mariano Rajoy, secretario general del PP.RAÚL CANCIO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_