Una visita al infierno con Reza Baraheni
El Festival de Aviñón ha ofrecido una primera gran experiencia teatral con la presentación de En enfer (En el infierno), adaptación dramática firmada por Thierry Bedard de un texto del iraní Reza Baraheni (Tabriz, 1935), concretamente de su novela Les saisons en enfer du jeune Ayyâz, una obra escrita hace más de treinta años, pero publicada por primera vez, en francés, el año 2000.
El montaje de Bedard está a medio camino de la tradición de la diégesis, propia de la cultura oriental, y de la mímesis inventada por los vecinos griegos. El espectador -que ha tenido que desplazarse hasta un hangar de una zona dedicada a exposiciones industriales y agrícolas- es invitado a sentarse en unos sencillos bancos de madera, en un espacio pequeño, cerrado por unas frágiles paredes hechas de mantas colgantes. Y ahí, en ese lugar que sugiere más un campamento de refugiados que un teatro, se encuentra con un actor que desgrana un texto en el que se le cuenta cómo se torturó a un desconocido, cómo le arrancan -¿quiénes?- primero un brazo, luego el otro, cómo la muchedumbre asiste a lo que se asemeja a una ejecución pública que acaba cuando le arrancan la lengua al martirizado.
Por si los hechos relatados no fuesen lo bastante angustiosos, el dispositivo dramático de En enfer los hace casi insoportables: no sabemos quién habla, si es el testimonio del verdugo, de la víctima o de unos testigos, y esa indefinición nos hace sentir casi cómplices del horror. Y un murmullo creciente hace que pronto comprendamos que lo que se nos cuenta a nosotros, a los cuarenta espectadores arracimados en tres bancos miserables, se les está contando también -¿lo mismo o con variaciones?- a otros grupos que se han atrevido a entrar en ese supuesto lugar para refugiados que adquiere otro tipo de connotaciones, entre mazmorra y despacho de comisaría.
Reza Baraheni recuerda cómo fue obligado a lamer un diario escolar que había escrito en azerí -su lengua materna e idioma oficial entre 1941 y 1946- cuando las tropas iraníes entraron en Azerbaiyán para poner fin a la autonomía, recuperar el petróleo e imponer el persa como idioma único. "Es uno de los momentos más traumáticos de mi vida", dice el autor, "ese día era como si devorase a mi madre, como si la digiriese".
Es imposible no relacionar esa "escena primigenia" escolar con la voluntad -del sha Palevi o, más tarde, de Jomeini- de erradicar cualquier disidencia, cualquier palabra o pensamiento heterodoxo. Ya adulto, Baraheni fue detenido varias veces por la policía política del sha, sobrevivió a la tortura y se exilió. En Occidente constató que los países ricos "son partidarios de la democracia en su casa, pero de los autócratas en Oriente Medio, África y ciertas regiones de Asia". La reflexión le hizo descubrirse "doblemente alienado" por ese "Jano bifronte que sonreía prometiendo democracia, progreso y ciencia, y fruncía el ceño al ofrecer colonialismo, explotación y brutalidad". Harto de haberse convertido en "enemigo de nuestro pensamiento tradicional, de nuestra manera de mirar, de nuestras formas tradicionales de vida", volvió a Irán cuando cayó el sha. El delirio teocrático tardó poco en imponerse, nuestro autor en visitar de nuevo la cárcel y escapar a un atentado contra su vida. Hoy vive en Toronto, pero ha acudido a Aviñón para ver lo que ha dado de sí el prodigioso trabajo de Thierry Bedard y también para intervenir en un debate.
El otro gran personaje de estos días en Aviñón es el italiano Pippo Delbono. En el decorado mágico de la cantera de Boulbon, en medio de los acantilados artificiales creados por el hombre, ha estrenado su último espectáculo, Urlo, (Grito), una nueva variación postfelliniana del universo popular que ha creado división de opiniones. Si para Le Monde no cabe la menor duda de haber "vivido un gran momento de teatro, inolvidable, que permanecerá en el corazón, eternamente", para Le Figaro "el texto y la reflexión son pobres, los recursos narrativos saben a algo ya visto". En cualquier caso, ahí quedan las consignas libertarias proclamadas bajo un techo de estrellas.
Babelia
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