Madrid y Getafe se permutan 500 hectáreas a causa del trazado de la M-45
Los dos consistorios cambiarán las lindes
Los más de 200 vecinos del poblado chabolista El Ventorro de la Puñalá, en el distrito madrileño de Villaverde, van a pasar a depender del Ayuntamiento de Getafe. ¿La causa? El trazado de la M-45, que ha dejado zonas de Getafe y Madrid separadas de sus originales términos municipales. Por eso, el Consistorio madrileño ha llegado a un acuerdo con el de la localidad sureña para permutar cinco millones de metros cuadrados (500 hectáreas de cada lado), según señala el concejal getafense de Urbanismo, Santos Vázquez (PSOE).
"Las negociaciones entre ambas administraciones están, a falta de algunos flecos, prácticamente cerradas. Ambos ayuntamientos estamos de acuerdo en el canje", explica el edil de Getafe.
El concejal de Villaverde, Carlos Izquierdo, del PP, indica que el cambio de lindes "está ahora mismo en trámite". El canje tiene que pasar, además, por la aprobación del Consejo de Estado.
En esos cinco millones de metros cuadrados están incluidos los terrenos que ocupan las chabolas de El Ventorro, a la altura del kilómetro 5,500 de la avenida de Los Rosales (Villaverde). Con el cambio, la frontera entre los municipios de Madrid y Getafe quedará delimitada por la autovía M-45 y por el río Manzanares. En El Ventorro viven más de 200 personas en la miseria. Hay muchísimos niños. Las chabolas están fabricadas con ladrillos y madera y el poblado está lleno de coches desvencijados.Los residentes de El Ventorro de la Puñalá dudan cuando se les pregunta si pertenecen a Madrid o a Getafe. "No sé, unos dicen que pertenecemos a Villaverde y otros a Getafe", cuentan Encarna López y Paquita Pulido, dos vecinas, mientras se encogen de hombros. El poblado está situado justo en el límite entre ambos municipios. Los niños van al colegio a Getafe y el centro de salud que tienen adjudicado los residentes del poblado corresponde también al término municipal getafense. Pero, a la hora de votar, los chabolistas de El Ventorro tienen que acudir al municipio donde realmente están censados: Madrid.
Los vecinos se quejan de que los unos por los otros y la casa sin barrer. "Aquí no viene el camión de la basura, ni la policía. No tienen alumbrado en la calle ni tampoco una marquesina en la parada de autobús. Están abandonados por el Ayuntamiento de Madrid", se queja Nicanor Breceño, presidente de la asociación de vecinos de Perales del Río, barrio getafense pegado al poblado.
Con el cambio de lindes, los chabolistas pasarán a depender totalmente de Getafe. "El cambio de lindes se hace porque los dos municipios tienen terrenos a ambos lados tanto de la M-45 como del río Manzanares. Getafe pasará así a tener los terrenos desde esos límites hacia el sur y Madrid hacia el norte", explica Vázquez. "Los vecinos de El Ventorro ya están prácticamente atendidos por nosotros", agrega el edil de Getafe.
Cuando El Ventorro pase a ser getafense, el Consistorio tiene previsto construir en el terreno donde ahora están las chabolas un parque, dentro del ámbito de actuación del nuevo barrio de Perales del Río. "A los residentes del poblado se les daría una vivienda nueva en otro sitio", explica Vázquez.
Las puertas de las casas de El Ventorro están llenas de somieres, de muebles viejos y de ropa tendida. Dentro de los pisos ya no caben más cosas. En una vivienda de apenas 30 metros cuadrados vive un matrimonio con sus cuatro hijos, dos de ellos enfermos. En otra reside una familia magrebí con siete miembros. Los chabolistas aprovechan el verano para arreglar sus casas. "El otro día hubo una tormenta y saqué de casa más de veinte cubos de agua", cuenta Antonia, mientras señala al techo de su vivienda, a punto de derribarse.
A pocos metros Asis, un chaval magrebí de 16 años, ayuda a remodelar la chabola de sus primos. Así pasará el verano, antes de irse de vacaciones a Marruecos. "Aquí hay poco que hacer, en verano no tenemos ni un bar", se queja. Unos chavales de su misma edad pasan haciendo ruido con unas motos.
Los arreglos también tienen que hacerse en las zonas comunes. "Nos hemos tenido que gastar entre todos 1.200 euros en arreglar el cajetín de la luz, porque la compañía eléctrica se ha desentendido", se quejan la pareja formada por Ángel y Emilia.
Cables de la luz
Los cables eléctricos, a los que algunos vecinos del poblado se han enganchado para tener luz gratis, cruzan el poblado junto a los del teléfono y otros que los residentes desconocen qué transportan. "Esto un día va a pegar un chispazo...", dicen con preocupación. "Sobre todo tenemos miedo por los niños, que aquí hay un puñado", agregan. Decenas de chiquillos descalzos asoman por todas las chabolas. Una mujer, Esperanza, cuenta que vive en casa con sus 14 nietos.
El poblado de El Ventorro de la Puñalá también es noticia de vez en cuando por las reyertas. Uno de las más sonadas fue la que ocurrió en agosto del año pasado, cuando José Gabarre Vargas, un vendedor ambulante de 44 años, murió presuntamente asesinado por dos de sus familiares, Lumitor y Alejandro. Todo empezó con una discusión originada por una broma. Los residentes del poblado echaban ayer balones fuera. "Aquí todos nos llevamos muy bien. Cuando hay problemas es porque viene gente de fuera que no conocemos y se mete en una de las chabolas", concluyen los vecinos.
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