Pócima amarga
Parece como si les hubiesen obligado a beber una pócima de hierbas amargas mezclada con salsas picantes. Ésa es la imagen que ofrece un sector considerable de nuestra derecha política desde hace tres meses acá, desde que, democráticamente, se le dijo no a una determinada política fanfarrona y belicosa. En esa foto agria no aparece, naturalmente, el vecindario que milita en las filas del Partido Popular y que susurró, y susurra suavemente, que la política exterior de los gobiernos de Aznar fue un tanto fantasmagórica. Pero estos últimos son sencillos y afables concejales de su pueblo, más atentos a la reparación de las aceras de las calles de su localidad que a la foto de la Azores. El sector que no acaba de encajar el merecido revés electoral es otra cosa.
En una reciente comparecencia pública, sin ir más lejos, Diego Castell, Juan José Ortiz y Carlos Murria vinieron a destilar que los escasos tres meses del Gobierno de José Luis Zapatero han sido un cúmulo de "decisiones erráticas, desconcertantes y perjudiciales para los intereses de la Comunidad Valenciana". Castell, Ortiz y Murria no son concejales en Castell de Cabres ni munícipes en el Mas de les Oronetes. Son senadores electos, representantes castellonenses, en la Villa del oso y el madroño, y de ellos se espera más la entereza y la templanza que declaraciones impregnadas de la mencionada pócima con hierbas amargas.
La trinidad senatorial tacha de errática, desconcertante y perjudicial la derogación del trasvase de las aguas del Ebro. Un trasvase polémico con miles de opositores por el norte y noroeste y partidarios por el sur, fuera de los límites geográficos valencianos. Un trasvase sobre el que muchos valencianos tienen más que fundamentadas dudas con respecto al destino de sus aguas: no sabemos si paliaría la sed del campo o el desvío del caudal de las aguas estaría en función del cemento, la especulación urbanística y los campos de golf. Y no son pocos los valencianos que ven desconcertante, perjudicial y errática, a corto y largo plazo, la política del cemento, la especulación urbanística y los campos de golf.
Hierba picante y salsa amarga tras el revés electoral la hay también cuando los sesudos senadores, cráneos privilegiados, afirman sin empacho que el Gobierno central, que apenas tiene tres meses, "le ha dado la espalda a Castellón". Loado sea el Dios del Sinaí que permite a nuestros senadores ver la realidad con semejante clarividencia. Pues aluden en sus públicas declaraciones a una espalda muy especial: el gobierno de José Luis Zapatero no ha conseguido liberar de peaje la autopista AP-7 con la inmediatez que requieren, ahora, los senadores del PP. Unos senadores que perdieron la memoria, que no recuerdan que los responsables de su partido prolongaron, hace muy pocos años, la concesión a la empresa que la posee y la explota. Qué le vamos a hacer. Cosa de pócimas y amarguras cuando se les escapa el poder de la manos en una democrática contienda electoral.
Aunque no es ese ni el tono ni la reflexión ni la actitud que necesitamos los valencianos -y los del norte sobre todo con tantas carencias de infraestructuras-, de nuestra oposición política. Ni necesitamos de un presidente provincial del PP haciendo llamamientos a la protesta, ocupando la vías de comunicación, contra el actual gobierno de Madrid porque aquí la circulación sigue siendo caos en verano. Se necesita moderación y templanza. Y menos pócima.
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