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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La comisión de la inmortalidad

Javier Rodríguez Marcos

En Koba el Temible relata Martin Amis cómo en 1919 se empezaron a abrir en la URSS los sepulcros de los "santos" medievales. Con el pretexto de analizar científicamente los cadáveres, incorruptos según la Iglesia, se pretendía asestar el golpe de gracia a la base popular de la religión. El propio Amis, que recuerda la orden del Ministerio de Justicia por la cual el culto de los muertos y de "estos muñecos" debía terminar, recuerda también cómo esa medida dejó de aplicarse cinco años más tarde, a raíz de la enfermedad terminal de Lenin. En ese instante se importó de Alemania un potente frigorífico y la Comisión de la Inmortalidad comenzó a trabajar. Llegado el momento, concluye el narrador británico, "la ciencia declaró incorruptible el cadáver, que fue consagrado como un icono". En cierto sentido, el Archivo F. X. en el que el escultor Pedro G. Romero (Aracena, 1964) lleva trabajando desde 2000 podría entenderse como un intento de explicar un desplazamiento de la idea de lo sagrado similar al que va del cientifismo bolchevique a la adoración a la momia de Lenin. Y donde dice de Lenin cabría decir del Arte. Dentro del mejor PhotoEspaña de los últimos años, Romero ha desplegado parte de su arhivo (que puede consultarse en fxysudoble.org), constituido por más de mil documentos sobre iconoclasia anticlerical en España desde 1845 hasta 1945. Allí conviven estatuas mutiladas, cuadros tachados y edificios religiosos quemados a los que se ha añadido un tesauro formado por categorías de la historia de la vanguardia como Duchamp, Art Brut, Breton, La Révolution Surréaliste o Wipf. En la entrada llamada Guy Debord, junto a la fotografía de un miliciano que tiene a su lado la talla de una virgen puede leerse: "Agosto de 1936. Venta de imágenes religiosas en el mercado de San Antonio de Barcelona. La cuestión era la siguiente, una vez abolida la religión, ¿qué era lo que se vendía cuando del comercio de imágenes religiosas se trataba? La obra de arte se convertía en el mejor refugio para la permanencia de valores espirituales". Y más abajo, al hablar de la reconversión en la industria imaginera: "La Conselleria d'Economia del Consell Municipal d'Olot recomendaba, con vistas al mercado interior, los siguiente objetos de arte: imágenes de todas la medidas, figuras de pesebre, material pedagógico escolar, bustos de Macià y reproducción de obras arquitectónicas". ¿Qué era lo que se vendía? La pregunta flota sobre este proyecto que mezcla estética, política, historia y antropología igual que flota sobre la historia del arte. Lejos de ser un mero almacén de instantáneas relacionadas con ingenio y más allá de nutrirse de las aportaciones de Derrida, Rousell, Agamben y Perec sobre el archivo, el mecanismo, lo sagrado y la clasificación como forma de pensamiento, este archivo constituye una inmersión en los subterráneos de sentido que hacen de una talla una imagen y que comunican el poder y el Gran Poder, el precio y el valor, aquello que se dice tantas veces, cuando sopla el espíritu, que es incalculable.

ARCHIVO F. X. / LOS TRABAJOS

Pedro G. Romero

Centro Cultural Conde Duque

Conde Duque, 9 y 11. Madrid

Hasta el 18 de julio

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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