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Columna
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Basura

Tuve la intuición de que los basureros acabarían apoderándose de la Tierra en Estados Unidos. Allí los camiones de basura son imponentes, igual que los basureros: fuertes, impasibles y orgullosos de su condición. Viajan en el estribo del trailer con la cabeza bien alta y la mirada insolente. Se detienen casa por casa y examinan las bolsas con suficiencia. Donde yo vivía la separación de desechos se llevaba a rajatabla. Cada bolsa tenía un color y cada color correspondía a un tipo de basura: hojas, vertidos inorgánicos, latas, vidrios... Esa tarea -sacar la basura- que en España era tan fácil en Estados Unidos se había convertido en un trabajo intelectual: categorizar la mierda.

En este sentido, Almería es un paraíso. Tirar las cosas a la basura sigue siendo un acto reflejo: no hay que pensar. Al cubo se van las raspas de pescado, los yogures naturales, las latas de cerveza, la siega del césped y los calzoncillos. Sí, sí tenemos contenedores de papel y de vidrio, pero como no existe una planta de reciclaje para ninguno de los dos materiales, las botellas y los periódicos acaban en el mismo vertedero que las latas de tomate y los pañales del niño. Pero el ciudadano se queda con buena conciencia ecológica. Almería es de los pocos lugares en donde todavía pueden verse lavadoras y neveras arrojadas en la cuneta. ¿No podríamos hacer de esto una atracción turística, como divisar ballenas?

En Almería no se vive pendiente de la decisión de los basureros. En EE UU, como decía, los basureros examinan el contenido de las bolsas antes de echarlas al camión. Si el encargado de recoger las hojas detecta materia inorgánica no las recoge, las deja allí para escarnio público del residente. Luego, los vecinos al pasar frente a tu casa, aminoran la marcha y contemplan con desaprobación el espectáculo de tus bolsas sin recoger. Te miran como a un delincuente.

Cuando yo era niño, la recogida de basuras era la profesión que simbolizaba el fracaso escolar. "Como no estudies -nos decían los maestros-, vas a acabar de basurero". Hoy esto ha cambiado. Una empresa de recogida de basuras no es sólo un negocio redondo, sino una plataforma de poder. No hay nada más que ver lo que está sucediendo en Vélez Málaga, que no es diferente de lo que ha sucedido otras veces en otras partes del Andalucía: las empresas de recogida de basuras pretenden resolver sus conflictos laborales con cargo al erario público. Las empresas de basura se hacen fuertes en las negociaciones con sus trabajadores, conscientes de que ningún gobierno municipal soportará más de una semana con la basura en la calle. Todos los ayuntamientos acabarán cediendo a este chantaje y aceptando un aumento del canon por la concesión del servicio, es decir, trasladando a los ciudadanos el coste del conflicto.

La desfachatez y el desparpajo de estas empresas sólo es comparable con la desvergüenza de las eléctricas; Sevillana a la cabeza. Urge una revisión de la ley que regula los contratos con las administraciones, para que los ayuntamientos puedan impedir que los basureros -las empresas de recogida de basura- se apoderen de la Tierra.

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