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Crónica:TOUR 2004 | Cuarta etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Armstrong, de amarillo, como siempre

El US Postal vuelve a ganar la contrarreloj por equipos y el americano logra su 60º 'maillot' de líder, igualando a Indurain

Carlos Arribas

Visto lo visto y tal como marcha el Tour, a nadie le extrañaría que un día se descubriera que por las noches, antes de acostarse, antes del piquito a Sheryl Crow, Lance Armstrong vistiera una túnica talar púrpura, adornada con signos que vinieran a significar algo así como que es el Gran Sacerdote de algo, de una secta o de una religión estrambótica, y convocara a sus fieles, a sus colegas de equipo a una sesión de trabajo y conciliación.

A nadie le extrañaría tampoco, vista también la contrarreloj por equipos, que una de las ceremonias de la sesión consistiera en el clavado de agujas en pequeños muñequitos de plastilina de pequeños seres deformes en bicicleta y con maillots vistosos. Hoy, a por Beloki, podría haber dicho el año pasado, que últimamente me está faltando al respeto y ha llegado a creerse que me puede derrocar. Y, toma, al día siguiente, caída, llanto y dolor para el bravo Beloki. Hoy, a por Mayo, podría haber dicho el lunes por la noche, que me hizo sudar en el Ventoux, y dudar, y alguno se pensó que estaba acabado. Y, zas, al día siguiente, cerca del pavés, llanto, caída y desastre para el bravo Mayo.

Tour 2004 4ª Etapa

Cambrai-Arras, de 64,5 kilómetros

ETAPA DE HOY

Amiens-Chartres, de 200,5 kilómetros

GENERAL

1. Lance Armstrong (USP) 14h 54m 53s

2. George Hincapie (USP), a 10s

3. Floyd Landis (USP), a 16s

5. José Luis Rubiera (USP), a 24s.

ETAPA

1. US Postal, 1h 12m 3s

2. Phonak, a 1m 7s

3. Illes Balears, a 1m 15s

4. T-Mobile, a 1m 19s

Más información
Matemáticas
Contra el viento, aerodinámica
Frente al desastre, orgullo

En otras sesiones, sin embargo, los influjos que buscaría Armstrong con su secta serían positivos (para los suyos, claro). Eso podría haber ocurrido en la ceremonia ritual del martes. Que no llueva, que no haga viento, que luzca el sol. Y, fíjense, al día siguiente, ayer, tarde de diluvio universal, tarde de tormentas y temporal, de vientos huracanados, pero sólo hasta las cuatro y media. Después, cuando el US Postal, los fieles de Armstrong, vestidos de carteros, azules con rayas rojas, los últimos en salir de Cambrai, afrontaban los últimos kilómetros, nada, sol y buen tiempo. Y las esperanzas de los pobres, de los chicos fundidos del Phonak, el fosforito equipo de Hamilton, descomunales en su lucha contra el sino, machacadas, convertidas en pinchazos y averías, en desgracia que convirtió en héroes a los cuatro que terminaron con Hamilton, los españoles Gutiérrez, Sevilla y González y el alemán Grabsch. Como si el increíble bostoniano les hubiera transmitido su fuerza y su determinación. Y los sueños infantiles del Baleares-Banesto, los de Mancebo, la ilusión de ganar la primera contrarreloj de su historia (y el día de San Fermín) con un equipo de rusos, alemanes y chavales de la cantera, una hazaña no lograda ni en los tiempos de Indurain, nada, difuminadas, transformadas en diluvio y en pinchazo de Mancebo, que no se encontró nunca a gusto con el cambio de bicicleta. Y al CSC de Basso y Sastre le tocaron caídas repetidas, y al Saeco de Simoni, y al Rabobank de Leipheimer. Y el Liberty de Heras sufrió pinchazos varios y acabó séptimo, sólo 10s mejor que el Euskaltel, que salió con siete dolientes y Mayo. En el Tour no hay compasión.

Va de tópicos: Armstrong, de amarillo. Ya el año pasado había igualado a Miguel Indurain ganando cinco Tours consecutivos. Éste lo empata en otro registro: es el 60º día que Armstrong viste de amarillo, el número que Indurain cerró en el podio de París en 1995.

Para eso sirvió una peculiar contrarreloj por equipos que aplicó la novedad de que los tiempos que se reflejarán en la clasificación general serán los tiempos compensados. Olvídense de la realidad: Armstrong sacó al segundo (Hamilton) 20s, al tercero (Mancebo), 30s, al cuarto (Ullrich), 40s, al quinto (Basso), 50s; al sexto (Leipheimer), 1m, al séptimo (Heras), 1.10m, al octavo (Mayo), 1.20m, al noveno (Simoni), 1.30m... Y basta. Sólo los nueve primeros, los únicos que piensan en la general, disputaron a tope la prueba.

Y Armstrong, y sus fieles, más. Qué suerte tiene el tejano de tener a un amigo como Hincapie (compañero en sus cinco Tours victoriosos), y a devotos de toda la vida como Ekimov, Rubiera, Padrnos o Landis. Y a recién llegados como los ibéricos Azevedo y Noval, que no aguantó el ritmo y llegó descolgado y llorando, directo al podio, lo que hizo más fuerte al grupo y sirvió para que todos le animaran, le besaran, le quisieran. Con ellos, con su trabajo, experiencia y fe, y sin misas negras, sin exorcismos ni vudús, y en dos jornadas completas, la del pavés y la de ayer, Armstrong ha agarrado por la mano las riendas del sexto Tour. Y otro maillot amarillo que no cree que le dure mucho. "Que lo coja quien quiera, pero sólo se lo presto hasta la montaña", dijo. "Mi prioridad es mi equipo y no pienso quemarlo a lo bobo controlando escapadas en las llanas etapas del norte".

Lance Armstrong, en el podio tras enfundarse el jersey amarillo de líder y, al fondo, el pentacampeón de la ronda Bernard Hinault.
Lance Armstrong, en el podio tras enfundarse el jersey amarillo de líder y, al fondo, el pentacampeón de la ronda Bernard Hinault.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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