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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Partido Peter Pan

Nadie quiere renunciar a sus derechos, y los militantes de Esquerra Republicana de Catalunya han cumplido fielmente este principio. Esquerra es un partido atípico que se rige por el principio asambleario. Todos sus militantes tienen derecho a participar en el congreso. Y han querido seguir manteniendo este peculiar sistema, en contra de la propuesta de la dirección de pasar al modelo convencional de congreso de delegados. Pero algún día Esquerra tendrá que dejar el complejo de Peter Pan y decidir que ya quiere ser mayor.

Bajo el liderazgo de Josep-Lluís Carod Rovira, que le sacó de la marginación, Esquerra ha crecido y se ha convertido en un partido con importantes responsabilidades institucionales. Carod Rovira y Puigcercós, representantes de las dos principales familias de Esquerra, pactaron un reparto de poder: Carod asumía la presidencia del partido como plataforma para la campaña electoral permanente por la presidencia de la Generalitat, a la que se dedica desde que fue obligado a dejar el Gobierno a raíz de su entrevista con ETA; y Puigcercós le sustituía como secretario general, con las tareas orgánicas de partido y su inserción en la vida institucional en sus manos.

Ambos líderes han propuesto al plenario el cambio organizativo que éste ha rechazado. Pero el revolcón que les han dado los militantes no ha tenido efectos sobre la pareja dirigente. Carod y Puigcercós no condicionaron su candidatura a que se aprobara el nuevo modelo ni han entendido que el rechazo les obligara a poner su cargo a disposición de la asamblea. Sólo han evitado contar los apoyos por separado, temiendo que los militantes pudiesen potenciar a un dirigente sobre el otro. Carod y Puigcercós han pedido a la asamblea que les votara conjuntamente, en contra de lo previsto, y han conseguido un amplio respaldo.

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Esquerra sigue sometida a los vaivenes de la lógica asamblearia y afronta desde la bicefalia una fase decisiva, que preocupa a toda la izquierda catalana, en la que se verá el futuro del tripartito y los límites de su crecimiento. El cambio organizativo parecía incidir en una mayor articulación y profesionalización, con mayores garantías de estabilidad. Que no haya prosperado no es una buena noticia para la política catalana. Si Carod en su discurso lanzaba todo tipo de exigencias al PSOE de cara al debate estatutario, Puigcercós insistía en la necesidad de apoyar al PSOE para que avance la negociación del Estatuto. Dos cabezas visibles, dos posiciones políticas sensiblemente distintas. Mientras el partido crezca el equilibrio se mantendrá. ¿Y después?

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