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El poder creciente de las ONG

Joseph S. Nye

Cuando Human Rights Watch declaró el pasado enero que la guerra de Irak no podía considerarse una intervención humanitaria, los medios de comunicación internacionales prestaron atención. De acuerdo con Factiva, una base de datos de Internet, 43 crónicas mencionaron el informe, en publicaciones tan variadas como The Kansas City Star o The Beirut Daily Star. Igualmente, cuando se revelaron los abusos cometidos contra presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib, las opiniones de Amnistía Internacional y del Comité Internacional de la Cruz Roja ejercieron una presión sobre el Gobierno de Bush, tanto en Estados Unidos como en el extranjero. Como dan a entender estos ejemplos, la era de la información actual está marcada por el papel cada vez mayor de las organizaciones no gubernamentales (ONG) en la escena internacional. No es un fenómeno del todo nuevo, pero las comunicaciones modernas han conducido a un drástico aumento de escala, haciendo que la cifra saltara, sólo en la década de 1990, de 6.000 hasta aproximadamente 26.000 ONG. Y los números tampoco cuentan toda la historia, porque sólo representan organizaciones formalmente constituidas.

Muchas ONG afirman que sirven de "conciencia global", al representar amplios intereses públicos más allá de la esfera de los países individuales. Desarrollan nuevas normas, presionando directamente a los gobiernos y a las empresas para que cambien sus políticas; e indirectamente, alterando las percepciones públicas sobre lo que las administraciones públicas y las empresas deberían hacer. Las ONG no tienen un poder duro coercitivo , pero disfrutan de un considerable poder de convicción, o blando [soft power]

: la capacidad para conseguir los resultados que desean a través de la atracción en lugar de la compulsión. Puesto que atraen seguidores, los gobiernos deben tenerlos en cuenta como aliados y como adversarios. Hace unas décadas, las grandes organizaciones como las sociedades anónimas multinacionales o la Iglesia católica romana constituían el tipo más normal de organización transnacional. Dichas organizaciones siguen siendo importantes, pero el abaratamiento de las comunicaciones en la era de Internet ha abierto el campo a organizaciones de red poco estructuradas con poco personal en su sede central, e incluso a individuos. Estos grupos flexibles son particularmente eficaces para introducirse en los países, saltándose las fronteras. Como a menudo participan en ellos ciudadanos bien situados en la política interna de varios países, pueden atraer la atención de los medios y de los gobiernos hacia sus asuntos y crear nuevas coaliciones políticas transnacionales.

Una forma aproximada de calibrar la creciente importancia de las organizaciones transnacionales es contar cuántas veces se mencionan en las publicaciones de los medios convencionales. El uso del término "organización no gubernamental" u "ONG" se ha multiplicado por 17 desde 1992. Además de Human Rights Watch, otras ONG como Transparency International, Oxfam y Médicos sin Fronteras han experimentado un crecimiento exponencial en cuanto a menciones en los medios habituales. Según este baremo, las ONG más grandes se han convertido en actores establecidos en la batalla por la atención de los directores influyentes. En estas circunstancias, los gobiernos ya no pueden mantener las barreras a los flujos de información que históricamente han protegido de la vigilancia externa a los dirigentes. Incluso países grandes con poder duro como Estados Unidos se ven afectados. Las ONG desempeñaron una función clave en la interrupción de la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en 1999, la aprobación del Tratado sobre Minas Terrestres y la ratificación del Convenio Marco sobre Control del Tabaco en mayo de 2003. Estados Unidos, por ejemplo, presentó inicialmente fuertes objeciones contra el Convenio sobre Control del Tabaco, pero las abandonó en vista de las críticas internacionales. El Tratado sobre Minas Terrestres se estableció a pesar de que a él se oponía la burocracia más fuerte (el Pentágono) de la mayor potencia militar del mundo. De manera similar, las empresas transnacionales son a menudo blanco de las campañas de las ONG para "nombrar y avergonzar" a las empresas que pagan salarios bajos en los países pobres. A veces, dichas campañas tienen éxito porque pueden amenazar de manera verosímil con dañar el valor de marcas mundiales. Royal Dutch Shell, por ejemplo, anunció en 2003 que no perforaría en lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco. Esta decisión se produjo dos años después de que la empresa cediera ante las presiones de los ecologistas y abandonara los planes de perforar en una zona de Bangladesh declarada Patrimonio Mundial. Las ONG consiguieron en 2002 que las empresas farmacéuticas transnacionales retiraran las demandas judiciales interpuestas contra Suráfrica por infringir sus patentes de fármacos contra el sida. Otras campañas similares para nombrar y avergonzar han afectado a los patrones de inversión y empleo de Mattel, Nike y otras muchas empresas.

Las ONG varían enormemente en cuanto a organización, presupuesto, control y sentido de la responsabilidad respecto a la precisión de sus afirmaciones. Los activistas exageran cuando llaman a estos movimientos "la otra superpotencia del mundo", pero los gobiernos hacen caso omiso de ellos por su cuenta y riesgo. Algunas tienen una reputación y una credibilidad que les da un impresionante poder de convicción a escala nacional e internacional. Otras carecen de credibilidad entre los ciudadanos moderados, pero pueden movilizar manifestaciones que exigen la atención de los gobiernos. Para bien o para mal, las ONG y las organizaciones de red tienen recursos y no dudan en emplearlos. ¿Ayudan las ONG a democratizar la política? No en el sentido tradicional de la palabra. La mayoría son organizaciones de élite con reducidas bases de afiliados. Algunas actúan de manera irresponsable y con poco control. Pero tienden a pluralizar la política mundial al llamar la atención sobre cuestiones que los gobiernos prefieren ignorar y al actuar como grupos de presión transfronterizos. En ese sentido, sirven de antídoto contra las burocracias estatales tradicionales. Los gobiernos siguen siendo los principales actores en la política mundial, pero ahora deben compartir el escenario con otros muchos que compiten por la atención. Los actores no gubernamentales están cambiando la política mundial. Después de Abu Ghraib, hasta Ronald Rumsfeld, secretario de Defensa estadounidense, ha tenido que hacerles caso.

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