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Entrevista:Eloy Sánchez Rosillo | POESÍA

"Hablo de las cosas directamente, sin traducirlas a una jerga poética"

Ser poeta no es una ambición mía; es mi manera de estar solo". Con esta cita de Pessoa encabezó Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) su primer libro en 1978. Esa frase es la que abre ahora Las cosas como fueron, la poesía completa de este clásico de la generación del 68 que durante años fue haciendo su obra desde la periferia, tanto de la geografía española como de la propia literatura española.

PREGUNTA. ¿Cómo era el panorama poético en 1978?

RESPUESTA. Yo vivía en Murcia, en mi provincia, y leía a los poetas grandes, a Homero, a Goethe. Lo que menos se me ocurría era leer a mis contemporáneos, que eran los novísimos. Cuando me fui acercando a esos poetas de mi edad, me asaltaron algunas dudas: la gente iba por otro lado. Allí sólo escribían de príncipes, de Venecia, de cosas decadentes y de mucha cultura. Yo ni lo entendía ni me emocionaba.

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P. ¿Le interesa, sobre todo, la emoción?

R. Si un poema significa algo en la vida de alguien, tiene que tener emoción.

P. ¿Unas obras completas tienen algo de final?

R. Siempre tuve la sensación de que el poema que acababa de escribir era el último que escribiría.

P. ¿Qué ha aprendido en treinta años?

R. ¿De la vida? Poco. Uno piensa que cuando cumpla años, cuando acumule experiencia, va a ser una persona más sabia, más serena y, por lo menos en mi caso, eso no se ha cumplido nunca. La confusión siempre es enorme. Yo diría que hasta crece con la edad.

P. ¿Y literariamente?

R. Si algo hay es un constante proceso de despojamiento. Cuando uno es joven tiende más a lo barroco, intenta decirlo todo de todas las maneras posibles. Con el tiempo me he dado cuenta de que lo mejor para decir algo, y que quede dicho de una forma que sólo pueda ser ésa, es decirlo con pocas palabras y de un modo certero.

P. ¿Certero es claro?

R. Busco la sencillez. Las figuras literarias, en sí mismas, no me interesan. La metáfora, por ejemplo. Me gusta más referirme a los labios de una mujer diciendo que son los labios de una mujer que no decir los "corales de tu boca", como decían gongorinamente Góngora o los del 27. A mí me gusta hablar directamente de esas cosas, no traducirlas a una jerga poética. Al poema hay que depurarlo de lo innecesario, pero junto al pensamiento debe permanecer la sensualidad. No como Unamuno, que decía que siente el pensamiento y piensa el sentimiento. Yo diría que pienso directamente con todo el cuerpo. No soy nada abstracto. Me gusta que los poemas puedan localizarse con los sentidos: si es de día, si es de noche. Los poemas que suceden como en ningún sitio no me interesan. Están en un limbo en el que yo no participo.

P. Pero su poesía no es ajena a cierta reflexión metafísica.

R. Todos los adjetivos que se le ponen a la poesía son absurdos. Me gusta acercarme de forma natural a las cosas de las que hablo. Las cosas de la vida no son tan distintas de las de la poesía. Un poema es algo que amplía la vida y que a la vez forma parte de ella. Igual que hay árboles o hay muchachas, pues hay poemas. Si no existieran los manzanos no pasaría nada. Lo mismo con Homero. Pero el mundo parece más humano porque existe un manzano o porque existe Homero.

P. Usted ha traducido a Leopardi. ¿Por qué él en concreto?

R. Lo hice durante muchos años y al principio como mero ejercicio de lectura, para leerlo mejor. Leopardi me parece el primer gran poeta moderno. Dicen que es Baudelarie porque habla de la ciudad, pero Leopardi es el primero en hablar de las cosas que a nosotros nos interesan como hablamos nosotros. Garcilaso, por ejemplo, no hablaba como nosotros, aunque lo admiremos muchísimo. El que habla de la intimidad con nuestras palabras es Leopardi.

P. ¿ Y en España?

R. Quizá Antonio Machado.

El poeta Eloy Sánchez Rosillo.
El poeta Eloy Sánchez Rosillo.JUAN BALLESTER

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