Absoluta normalidad
El lehendakari ha escogido el comienzo del letargo veraniego para dejar caer un mensaje que nos acabará poniendo de los nervios antes de que culmine su mandato en esta legislatura.
Algún lector tal vez recuerde que hasta el 11-M todos discutíamos con crispación sobre un cierto plan Ibarretxe. Después, el estruendo de los trenes de cercanías de Madrid y la memoria de las víctimas acompañó la alternancia política en España. La masacre nos hizo comprender que, también en el País Vasco, ya nada en términos de convivencia pública podría ser lo mismo. Y, al menos, yo misma pensé que los sobrevivientes de Atocha nos merecemos algo mejor que votar en referéndum una propuesta cuya realización dividiría a la población vasca en dos mitades: unos vascos dispuestos a alcanzar la condición de nacionales a costa de los demás vascos que nos veríamos reducidos a la condición de alemanes en Mallorca, según la sugerente imagen de aquél destacado líder nacionalista, de cuyo nombre ya casi no nos acordamos.
Comoquiera que la raya divisoria entre nacionales y no nacionales coincide con la trazada hace años por los terroristas para señalar la muga de sus víctimas, muchos ciudadanos (o al menos algunos) no deseamos que se convoque el referéndum soberanista. No es plan que la alternativa consista en elegir entre nuestra vida y nuestra libertad. Consciente de ello, el lehendakari proclamó que una tal consulta no se haría más que "en ausencia de violencia".
Ahora, ante Jordi Sevilla, ha matizado aquella afirmación. Primero ha elevado a la categoría militar de "tregua" lo que pudiera ser simple dificultad de los asesinos para matar sin correr riesgo de no encontrar escondite bajo el sol. Acto seguido, extrapolando el año sin víctimas de ETA, ha venido a decir que la prolongación de esta situación sin asesinatos nos va a instalar en la "absoluta normalidad" política. Y llegados a ese punto, ¿qué habría de malo en convocar la consulta del plan?.
A continuación nos reconvino por entretenernos pensando "en escenarios perversos". Quizá tenía en la cabeza a quienes deben agacharse a mirar los bajos del coche antes de ponerlo en marcha o vuelven la cabeza con preocupación al introducir la llave en la cerradura del portal.
La "tregua" que disfrutamos hace un año sigue siendo para los electos de la oposición no nacionalista, los policías, los jueces y, en vida, para Imanol Larzabal, una permanente amenaza de muerte. Mas, para nuestro lehendakari, se diría un horizonte de absoluta normalidad. No creo que tuviera el valor de repetirlo aguantando la mirada de un vasco cualquiera, escogido al azar, entre esta mitad de la población que no se muestra dispuesto a cumplir el destino de convertirse en ciudadanía de segunda, en una libertad vigilada por ETA Militar.
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