Respuestas a Verdú

No consigo, leyendo su columna del 26 de junio en EL PAÍS (Los feministas), captar cuál es la idea que usted tiene sobre lo que significa ser feminista. Probablemente no lo sabe, y además no le interesa. En estas pocas líneas no pretendo la osadía de explicárselo, y ni siquiera le recomendaré bibliografía alguna. Sin embargo, sí le diré que esos hombres a los que usted ridiculiza, por defender a las mujeres y sus derechos, merecen el respeto de todas nosotras y los consideramos buenos amigos. Los hombres feministas que le parecen a usted tan raros y patéticos son, para las mujeres, aliados valiosísimos y nos resultan enormemente atractivos e interesantes. Su complicidad no sólo no los hace más débiles -como usted afirma-, sino más próximos y necesarios.

Las mujeres, en la mayor parte del mundo, sufren la desatención más absoluta de sus sociedades, viven subordinadas, dependientes y sin acceso a la protección de sus derechos. Algunos hombres -cada vez en mayor número- se suman a la lucha por la liberación de las mujeres con el objetivo de lograr un mundo más justo y equitativo para todos y todas. Ésos son los hombres que nos interesan.

Finalmente, señor Verdú, ¿también ridiculizaría usted a los blancos que lucharon y luchan contra la discriminación racial? Incluso usted, que es un hombre blanco, podría -si se entrena un poco- entender la grandeza de un movimiento que, como el feminismo, avanza a favor de la igualdad, de la libertad y la seguridad de aquellas que no han tenido nunca reconocidos sus derechos.- Elena Valenciano, diputada socialista en el Parlamento Europeo y presidenta de la Fundación Mujeres.

La única forma de dar sentido al modo insultante en que Vicente Verdú denigra la posibilidad de un hombre feminista es acudiendo a alguno de los siguientes supuestos que parecen subyacer bajo su texto: a una concepción esencialista o naturalizada de determinadas diferencias entre los comportamientos masculinos y los femeninos; a una reacción terca o amedrentada ante lo insostenible que hoy resultan los modelos tradicionales de masculinidad; o a una visión resentida y bélica de las relaciones entre hombres y mujeres.

No dispongo aquí de espacio suficiente para comentar críticamente estos tres supuestos ni para decidir cuál de ellos alimenta la bilis de Verdú, sin entrar en argumentos ad hominem. En lugar de ello me limitaré a sugerirle que piense en la eventual extrapolación de su crítica a casos como el de un blanco antirracista en Suráfrica o EE UU (como A. Lincoln) o el de un empresario socialista (como F. Engels). ¿Serían también "falsificaciones odiosas"? ¿Es torticero o traidor quien, estando originariamente ubicado en el grupo dominante, opta por apoyar a algún grupo sojuzgado? Si lo que Verdú pretende es criticar el proyecto de ley integral contra la violencia de género o a quienes lo defienden, que lo haga de frente y por derecho.