Raquel
Cuando la justicia se retrasa demasiado, más que justicia parece venganza. Lo que voy a contar no es la primera vez que ocurre: en más de una ocasión, torpezas legales han hecho que una condena antigua acabe cayendo sobre el condenado muchos años después, cuando el sujeto ya ha rehecho su vida, cuando es verdaderamente otro. Esto es lo que le ha ocurrido a Raquel Taladriz. Hace 14 años, Raquel fue detenida por tráfico de drogas en París y condenada a 10 años. Cumplió 22 meses y salió a la calle por problemas de forma del primer juicio. Regresó a España y desde entonces ha vivido una existencia totalmente normal. Ha estudiado y ejercido tres profesiones: terapeuta de polaridad, psicomotricidad y jardín de infancia. Todo esto lo cuenta su hija mayor, Alba, de 17 años, en una carta conmovedora. En todo este tiempo siempre ha estado empadronada, insiste Alba, y nunca ha tenido nada que ver con drogas.
Hace cinco años conoció a un hombre y formaron una nueva familia. Se fueron a vivir a Zarzalejo, un pueblo de la sierra de Madrid. Tienen un huerto y pertenecen a una cooperativa de alimentos biológicos. Además de ser agricultores, el compañero trabaja como albañil, y Raquel atendió una casa rural hasta que hace dos años y medio nació la hermana de Alba. Hasta aquí, el relato sencillo de una pequeña vida, decente y sosegada. Pero resulta que el 19 de junio detuvieron a Raquel. Francia la reclama ahora, después de tanto tiempo, y el 20 de junio, a toda velocidad, un juez español, sin siquiera pararse a comprobar si Raquel está reinsertada, ha sentenciado que cumpla el resto de la condena: ocho años y cinco meses. Está en la prisión de Soto del Real con su niña pequeña, que sólo podrá permanecer con ella seis meses más.
Se supone que nuestro sistema penitenciario busca la redención, la recuperación, la reinserción. Aunque, tal como están las cárceles, me temo que todo esto es mucho suponer. Pero lo peor no es que nuestras prisiones sean pudrideros. Lo peor es que, cuando alguien consigue rehacer por completo su vida, llega la justicia y se encarga de volver a hundirlo y destrozarlo. No sé qué duele más, si el corazón o la razón, ante este disparate.
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