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Ácido y sensato

Cuando le digamos adiós a este junio que finaliza caluroso, se despedirá de las tareas docentes en la escuela pública, claro, un antiguo conocido que responde al nombre propio de Miquel. Como profesor, su trayectoria vital no finalizada viene a ser paradigmática. Miquel es un sesentón que no cabe en sí de alegría tras varias décadas de trabajo ilusionado, quebraderos de cabeza y desazón durante los últimos años. Junto a la paga de su pensión, espera la tranquilidad, y disfrutar el sabor del tiempo libre en la lectura, el estudio y los viajes. Lo ganó a pulso.

Llegaban a estos pagos los ecos un tanto difusos de la revuelta estudiantil del Mayo francés cuando Miquel finalizó con becas y esfuerzo sus estudios universitarios. Y a Francia se fue a ganar poco y seguir estudiando, que no todo se aprende en la Universidad, ni deja de estudiar nunca un estudioso. Cinco o seis años más tarde volvió a la tierra de las flores, de la luz y del amor con una visión más ancha de la realidad, que la que da el pueblo del secano valenciano que le vio nacer. Todavía tuvo tiempo de escuchar a su regreso la famosa frase de aquel pintoresco ministro de sindicatos o del Movimiento -que la memoria falla- que aludiendo a la escuela rezaba: "Menos latín y más deporte". Frase desafortunada la de aquel ministro del General Franco, conocido como "la sonrisa del Régimen" que Miquel comentaba irónicamente ya por entonces: "Quieren cargarse el latín y, desde luego, le hacen un flaco favor al deporte". Hoy en deporte no somos, escolarmente, nada del otro mundo, y el latín sobrevive a duras penas en nuestro sistema educativo. Los grillos de las modernas psicologías educativas, basadas en lo lúdico, y las cigarras de la nueva pedagogía, dirán que está bien así. Quienes como Miquel y los clásicos creen que los frutos del estudio son dulces aunque el esfuerzo de ese estudio es amargo, disienten de logses, loces, disienten de abstracciones como las de "progresa adecuadamente" o "necesita mejorar". Pero es que Miquel fue siempre políticamente incorrecto, y de su incorrección se beneficiaron sus alumnos y alumnas durante estas últimas décadas de cambios escolares, que alteraron mucho y reformaron poco o nada.

Sensatez y sentido común. Defensa de la escuela pública como mejor se defiende: con dedicación y trabajo. Estudio constante e innovación didáctica continua. Defensa del valenciano y lo valenciano, mirando siempre más allá de las colinas fronterizas de esta pequeña Babilonia que habitamos. Apego a la cultura en sentido amplio, sensibilidad social, tolerancia cervantina que no permisividad, disciplina en el trabajo, y también participación y democracia. Eso es cuanto pretendió conseguir entre su alumnado ese sesentón de ahora, que rozaba los treinta cuando pisó por primera vez como profesor un Instituto de Enseñanza Media. Un profesor de jóvenes y adolescentes de los pies a la cabeza, o de dalt a baix, como dicen en su pueblo. Y así lo reconocen sus primeros alumnos, que ya sobrepasan todos los cuarenta. El tiempo corre fugaz para todos.

Con el tiempo, los años y la pensión le ha llegado a Miquel el sosiego que perdió en la escuela durante los últimos años. Y no es que viviese esos últimos años con el ánimo alterado -Miquel es callado, reflexivo e irónico en sus comentarios ácidos de tono suave-, es que, cómo él dice, "durante los últimos años me he sentido académicamente desaprovechado". Y no está falto de razón.

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