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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Antonio Roig, fundador de la filial de Amical Mauthausen en Barcelona

Recordar para no olvidar. Ésta fue la misión a la que se entregó en cuerpo y alma durante los últimos años de su vida el superviviente del horror nazi que en 1962 fundó una filial de la asociación Amical de Mauthausen en Barcelona.

A sus 85 años, Antonio Roig, incansable luchador por la libertad, seguía recorriendo colegios, institutos y asociaciones para contar el infierno de los campos de exterminio con un único objetivo: que la tragedia no se olvide y, por tanto, no se repita.

La pasada primavera, una caída le provocó fractura de fémur y afloró entonces un cáncer que el pasado sábado por la mañana le quitó la vida. "Se hallaba postrado en la cama de la clínica de la Barceloneta, pero hasta el último momento no dejó de relatar su terrible testimonio de exilio y esclavitud. Los médicos y enfermeras que le atendían fueron los últimos en escuchar sus palabras", explicaba ayer Miguel Ángel Cuello, un joven de 24 años que conoció a Antonio Roig en un instituto de Santa Coloma de Gramenet.

Cuello era entonces un alumno del centro y quedó tan impresionado por la historia del ex combatiente que se convirtió en uno de sus mejores amigos a pesar de la acusada diferencia de edad que les separaba. Antonio Roig, que desde su retorno a Cataluña vivía solo en el barrio barcelonés del Clot, se había desvinculado en el año 2000 de la Amical de Mauthausen "por razones personales".

Había fundado la asociación a su regreso a Barcelona, en 1948, tres años después de su liberación de Ebensse, un subcampo de Mauthausen donde, según recordaba el superviviente, quedaron dos piscinas llenas de cadáveres.

En Mauthausen, Antonio Roig estuvo durante cuatro años, entre 1941 y 1945. Allí trabajó en canteras de piedra, perforó túneles en las montañas austriacas y trabajó en una fábrica de aviones. De aquellos terribles años, Roig recordó hasta el último momento, como si el tiempo no hubiera transcurrido, el olor de carne quemada que despedían los crematorios, la humillación que sufrían los prisioneros, que eran tratados como ratas y su uniforme a rayas con el triángulo azul con el que se identificaba a los apátridas, categoría a la que se incluyó los españoles debido al rechazo de Franco a considerarles hijos del país que habían defendido en el bando republicano. Roig tenía también vivo en su memoria el número de matrícula que le dieron en Mauthausen, el 5.722, y aseguraba que no contar todo lo sucedido habría sido como traicionar a los 9.000 republicanos españoles que estuvieron en el campo, de los que sólo sobrevivieron 2.000.

Antonio Roig, que hoy será incinerado tras una ceremonia civil en el cementerio de Montjuïc de Barcelona, era uno de los pocos supervivientes de aquel horror que quedaban vivos. "Se ha perdido un testimonio muy importante para los jóvenes", lamentaba ayer Cuello.-

Antonio Roig.
Antonio Roig.GUERRERO

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