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Crónica:Eurocopa 2004 | Polémico adiós a uno de los favoritos
Crónica
Texto informativo con interpretación

El gol más trágico de Italia

El acierto de Cassano en la prolongación no redimió a la selección de Trapattoni de su segundo fracaso consecutivo

Ramon Besa

Petrificada desde el gol de Ibrahimovic, Italia se despidió ayer de la Eurocopa de mala manera, sin decir ni pío futbolísticamente, como si ya no estuviera en el torneo, incapaz de reaccionar a la contrariedad que supuso su empate con Suecia. Ganó a Bulgaria en la última jugada del partido, ya en el tiempo de prolongación, cuando pareció que el árbitro no pararía hasta que los italianos firmasen la remontada para dar a su tragedia el mejor punto y final posible. Para entonces, Suecia y Dinamarca ya habían empatado a dos, justamente el resultado que necesitaban para clasificarse y eliminar, hiciera lo que hiciese, a Italia, castigada por su indulgencia ante Suecia y por su negligencia frente a Bulgaria.

Encaró a Bulgaria en punto muerto, pendiente de Oporto. Falta de ritmo, jugaba al pie y se miraba al espejo
Vieri se presentó en el área como un búfalo. La 'squadra azzurra' ganó presencia y fiereza. Nada más
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Nada le podía venir mejor a Italia para justificarse que Suecia igualara finalmente a Dinamarca. Como ya le ocurrió en el pasado Mundial con los árbitros, así tendrá una coartada para explicar su eliminación. A efectos del juego, sin embargo, su actuación de anoche fue reprobable, falta de cualquier grandeza. Por una vez, un resultado a favor, atrapado furtivamente, la penalizó con la peor de las sanciones.

Los italianos no tuvieron respuesta al encuentro del viernes, que les ha sumido en una profunda consternación no sólo por el resultado y el tanto que el ariete del Ajax metió a Buffon, sino también por su juego, más bello que de costumbre, especialmente hasta el descanso. Todavía sobrecogida, Italia se quedó muda ante Bulgaria y estuvo más pendiente de escrutar televisivamente hasta las porterías del estadio Do Bessa, de Oporto, para evitar cualquier intento de amaño en el duelo nórdico que de resolver el suyo.

Tan desconfiada estuvo la squadra azzurra que se tomó el partido con una paciencia sobrecogedora si se atiende a la necesidad que tenía de ganar. Aun cuando la jornada le invitaba a liquidar su litigio para después ponerse a mirar hacia Oporto, encaró a los búlgaros en punto muerto. Falta de ritmo, jugaba al pie, se miraba al espejo y, de vez en cuando, Pirlo daba las buenas noches a Del Piero, generalmente perfilado por el flanco izquierdo, con una blanda apertura para que se arrancara. Encallaba entonces Del Piero frente al lateral o, en caso contrario, no atinaba con el remate.

Parecía dormida Italia y, sin embargo, se sentía cómoda, esperanzada en las concesiones de la defensa búlgara, empeñada en tirar la línea del fuera de juego tanto cuando le convenía como cuando resultaba contraproducente. Pese a su falta de fútbol, los italianos se ganaron un par de ocasiones francas que malgastaron por falta de puntería, de tensión, y porque ninguno de los tres delanteros, Corradi, Cassano y Del Piero, cuestionaba a Vieri, al parecer tan enfadado como lesionado.

La desgana italiana animó a la rendida Bulgaria, una selección descosida que encontró un motivo para disputar el partido. Hristov, Petrov y Berbatov empezaron a aplaudirse después de haberse mandado a paseo una y mil veces y metieron en problemas a la zaga italiana. Nada grave. Les costaba tocar de primera, conectarse, y a la de tres ya estaban de nuevo regresando a su campo. O perdían la pelota o remataban mal.

Hasta que se interpuso Materazzi y tiró a Berbatov en una jugada siempre discutida porque los italianos no ven nunca penalti y los búlgaros siempre se dejan ir a la que pisan el área, de manera que no es fácil adivinar qué ocurrió. Hubo agarrón esta vez y el árbitro pitó para que Petrov marcara un gol que sonrojó a toda Italia, sorprendentemente abatida en el descanso.

Para su suerte, Bulgaria se condenó acto seguido, en la acción inicial de la reanudación, en dos errores consecutivos, el último del portero después de un remate de Cassano al palo. Zdravkov se aflojó, la defensa se espantó y Perrotta remachó con saña a la red. Las cosas volvían al punto de partida en Guimarães mientras de Oporto llegaban noticias preocupantes para Italia: había empatado a uno Suecia y, consecuentemente, las tablas a dos que suponían su salida del torneo eran posibles.

Giovanni Trapattoni intentó espantar el miedo con la entrada de Vieri, que se presentó en el área búlgara como un búfalo, dispuesto a reencontrarse con el gol. Italia ganó presencia y fiereza. Nada más. Permaneció aturdida, sin encontrar una salida a la contienda por más vueltas que le daba, mientras los búlgaros trampeaban todas las jugadas con la complicidad de un árbitro que se portó muy mal con unos y otros.

A la impotencia italiana respondieron los nórdicos con un empate a dos final que convirtió la prolongación del choque de Guimarães en una comedia bufa. Más que para justificarse y remitirse a las imágenes de Oporto, el gol en el último minuto únicamente le servirá en esta ocasión a Italia para agrandar todavía más su propio dolor. Pero, en un nuevo guiño del destino, marcó Cassano, el poeta del calcio. Italia ya tenía la excusa perfecta para tratar de explicar su nuevo fracaso.

El árbitro ruso, Ivanov, reconforta a Cassano, desconsolado tras saber que su gol no servía de nada
El árbitro ruso, Ivanov, reconforta a Cassano, desconsolado tras saber que su gol no servía de nadaREUTERS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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