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La sección oficial de Cinema Jove pasa el ecuador sin favoritos

El tercer día de proyecciones en la sección oficial de Cinema Jove confirmó lo apuntado en jornadas anteriores: en un nivel de calidad aceptable, todavía no se ha visto esa película que destaque sobre las demás. La competición pasó ayer su ecuador sin que, por el momento, se vislumbre un claro favorito para adjudicarse la Lluna de València al mejor largometraje.

Pese a ello, ayer se presentaron dos películas con intenciones innovadoras, dotadas de cierta originalidad pero imperfectas en su puesta en escena por diversas razones. En la canadiense On the corner, su director, Nathaniel Geary, pinta un mural descarnado y extremadamente naturalista de uno de los barrios más desfavorecidos de Vancouver, el Dowtown Eastside, refugio de prostitutas, chaperos y drogadictos. Y funciona como apuesta por mostrar la cara oculta de la sociedad del bienestar de la que presume Canadá, "una herida abierta en el centro de la ciudad", como la definió el propio Geary en la rueda de prensa de presentación de la cinta. Pero en esa obsesión descriptiva por enseñar lo que nunca se ve, y que surge de las propias experiencias de su director y guionista, quien vivió durante siete años como observador privilegiado en ese ambiente, están también sus carencias, ya que Geary vacila demasiado entre adoptar un punto de vista realista u optar por un planteamiento narrativo más formal. Pero, como explicó el realizador canadiense, su propósito no era "hacer cine comercial".

Parecidos defectos subyacen en la chilena Los debutantes, de Andrés Waissbluth. Parte de un estilo narrativo que entronca con la más pura tradición del cine de culto norteamericano, particularmente el que adoptan filmes como Pulp fiction o 21 gramos, para contar sucesivamente una misma historia desde tres puntos de vista diferentes. Pero no acaban ahí las deudas estilísticas del debut como director de largometrajes de Waissbluth. La gigantesca sombra de David Lynch planea por muchos momentos de su metraje, a pesar de que, en las citas, salga el chileno menos bien parado de lo que deseara. Así, mientras en las pesadillas lúgubres de Lynch la imagen de Isabella Rossellini cantando Blue Velvet es una luz inquietante en un paisaje hostil, en la versión que ofrece Waissbluth Antonella Ríos entona una canción melódica que parece sacada del repertorio de Camilo Sesto y que transforma la cita en una parodia involuntaria. Pero, más allá de estos resbaladizos homenajes, el principal problema de Los debutantes no está en su loable interés por la búsqueda de la originalidad en la escritura, sino en su interior. La débil trama que la sustenta no es más que un melodrama trasnochado apuntalado por lugares comunes como el mito de la mujer fatal o las esquemáticas luchas entre bandas rivales.

Por otra parte, ayer se clausuró el encuentro de grupos escolares organizado por el certamen valenciano, en el que un cortometraje sobre la tragedia del 11-M realizado por los alumnos del Instituto de Santa Eugenia, una de las localidades más afectadas por el atentado, se alzó con el primer premio.

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