_
_
_
_
Reportaje:

La ley del mercado llega al espacio

Una nave financiada con capital privado logra superar los 100 kilómetros de altura

Misión cumplida. El avión espacial SpaceShipOne se convirtió ayer, poco después de las cinco de la tarde (hora peninsular española), en el primer vehículo privado y tripulado en situarse a más de 100 kilómetros de distancia de la Tierra y franquear así la frontera del espacio, según fuentes de Scaled Composites, la empresa responsable del lanzamiento. De confirmarse, este éxito supondrá, dicen los expertos, el pistoletazo de salida en la carrera por controlar el mercado del turismo espacial.

"Queremos que nuestros hijos puedan hacer viajes planetarios", declaró a Reuters antes del despegue Burt Rutan, diseñador de una nave que ha costado más de 20 millones de dólares (16,6 millones de euros), íntegramente abonados por Paul G. Allen, cofundador de la multinacional informática Microsoft junto a Bill Gates.

Más información
Al espacio por 170.000 euros
Loca carrera espacial

El vehículo espacial, una especie de híbrido entre un ultraligero y un transbordador, fue aupado hasta unos 15 kilómetros de altura por el White Knight, un avión futurista diseñado por el mismo Rutan, que despegó a las 15.45 horas del centro de lanzamiento que la empresa Scaled Composites tiene en el desierto de Mojave, en California (EE UU). En los últimos días, esa zona se había ido llenando de tiendas de campaña de centenares de curiosos que no han querido perderse un acontecimiento -ofrecido en directo por la cadena planetaria de televisión CNN- que para muchos es comparable con la hazaña de Charles Lindbergh, quien en 1927 cruzó el Atlántico a los mandos del Spirit of St. Louis.

Alcanzada la cota de 15 kilómetros de altitud, una hora después del despegue, el SpaceShipOne se soltó del avión acompañante y el piloto Mike Melvill, de 62 años, encendió el cohete de propulsión -un destello sobre el cielo azul- para ascender durante 80 segundos a más de 3.000 kilómetros por hora (más de tres veces la velocidad del sonido).

A unos 103 kilómetros de la Tierra, distancia máxima a la que llegó la nave, la fuerza de gravedad apenas se nota. El piloto permaneció algo más de tres minutos flotando, al igual que unos caramelos que soltó en la cabina, antes de iniciar la maniobra de reentrada. El regreso a la Tierra, el momento más peligroso de la misión, duró una media hora. A las 17 horas y 17 minutos, una hora y 32 minutos después del despegue, el SpaceShipOne aterrizó exactamente en la misma pista desde la que había despegado.

"Allí arriba los colores son asombrosos; ha sido casi como una experiencia religiosa", dijo Melvill exultante. Este sexagenario piloto, con más de 6.400 horas de experiencia en el aire, a los mandos de 123 ingenios voladores distintos, es oficialmente, desde ayer, astronauta. No en vano ha conseguido superar con creces los 80,4 kilómetros que la NASA considera debe alcanzar un piloto para poder lucir las alas de astronauta.

En virtud de un concurso, el X Prize, el mecenas Paul G. Allen, podrá recuperar parte del dinero invertido si dentro de 14 días se repite la proeza.

Dotado con 10 millones de dólares (8,3 millones de euros), el X Prize fue convocado en 1996 por un grupo de empresarios de la ciudad de Saint Louis para incentivar la investigación con miras al turismo espacial. Y lo ha logrado. Más de una veintena de equipos de siete países se han inscrito a un concurso en el que el favorito era, y sigue siendo, el SpaceShipOne.

Para llevar seres humanos al espacio hace falta una preparación y una financiación que muy pocos equipos se pueden permitir. Hace falta la tecnología, las instalaciones para la construcción... y una pista de lanzamiento, y todo pagado con dinero de particulares. Scaled Composites cuenta con los millones de Allen y el cerebro de Rutan (quien diseñó el Voyager, el primer avión que, en 1986, logró dar la vuelta al mundo sin necesidad de repostar).

Poco se sabe de las características técnicas del SpaceShipOne: lleva un motor-cohete de propulsión híbrida, patentado por Rutan, que utiliza una mezcla de combustible sólido (una especie de caucho) y gaseoso (óxido nitroso, también conocido como gas de la risa). Igual de sorprendente es el hecho de que Melvill haya podido sacar una mano por una de las escotillas poco después de aterrizar. El SpaceShipOne tiene varias de estas pequeñas ventanillas (son pequeñas para que no pesen) repartidas por el fuselaje. Sus cristales son dobles, y deben estar preparados para soportar las elevadísimas temperaturas y presiones que se producen durante la reentrada.

La nave se parece bastante al X-15, un vehículo con el que la NASA efectuó pruebas en los años sesenta y que fue tripulado por Neil Armstrong, antes de que pisara la Luna, y Joe Engle. El X-15 también utilizaba un avión, en este caso un bombardero B 52 modificado, para despegar. Llegó a alcanzar los 107 kilómetros de altura.

Pero detrás del X-15 había un Gobierno en plena guerra fría, financiando a una agencia espacial, la NASA, que podía situar satélites en órbita para los más diversos fines, entre otros el espionaje. Quizá con el sentimiento de pertenecer a otra época, la NASA felicitó ayer escuetamente en un comunicado a los protagonistas del SpaceShipOne "por abrir la puerta de un mercado que ofrecerá al público la experiencia de la ingravidez y de los vuelos espaciales".

El piloto Mike Melvill saluda triunfalmente en el desierto de Mojave (EE UU) al concluir su histórico vuelo.
El piloto Mike Melvill saluda triunfalmente en el desierto de Mojave (EE UU) al concluir su histórico vuelo.REUTERS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_