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Tribuna:FÓRUM DE BARCELONA | Opinión
Tribuna
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Conflictos: prevención, resolución, reconciliación

En el escenario mundial contemporáneo, los conflictos abiertos y los llamados procesos de paz afrontan desafíos sin precedentes. La crisis en la cooperación multilateral propiciada por el debilitamiento de la función política de la ONU, la tendencia a resolver conflictos con esquemas neocolonialistas y a la acción político-militar unilateral y fuera de todo control subrayan el marco de violencia, real y latente, que caracteriza el nuevo siglo XXI.

Bajo la consigna de la lucha contra el terror a partir del 11-S, asistimos a un preocupante proceso de erosión de los valores y principios que con tanto esfuerzo lograron apuntar, en la segunda mitad del siglo XX, el itinerario hacia una convivencia democrática de los pueblos con vocación universalista. Un logro que honra a los hombres y mujeres que lucharon por la utopía a lo largo de muchos siglos, y que encontraron en la voluntad política de los gobernantes y el espacio privilegiado que pudo proporcionar la ONU a partir de 1945 el momento histórico para hacer de los derechos humanos una realidad sin retorno.

En el momento de celebrar este diálogo, las relaciones internacionales se desarrollan bajo la influencia de un clima probélico que pone en duda la voluntad política global de trabajar seriamente por la construcción de la paz. Son más los intereses económicos los que prevalecen por encima de aquellos valores, despojando de facto al individuo y los pueblos del principio de dignidad y respeto que tan costosamente habían conquistado y del que derivan los derechos de los que, hoy día, sólo goza una minoría de la humanidad.

El proceso de reflexión que nos lleva a este encuentro internacional en Barcelona comienza en 2000, y se ve afectado por esta degradación de valores y el clima de inseguridad global en el que nos movemos en el periodo 2000- 2004. Ocho encuentros internacionales con víctimas de conflictos y actores en sociedades posconflicto dan cuenta de la experiencia, las necesidades de estas sociedades y las limitaciones de la ayuda internacional. Las aportaciones realizadas por los participantes de cuatro continentes nos han permitido identificar los asuntos clave en los que tenemos que insistir para cerrar un conflicto, o simplemente, facilitar la coexistencia pacífica tras un periodo de enfrentamientos graves. La fragilidad que sufren las sociedades posconflicto y el abandono que de ellas hace la comunidad internacional una vez cesan las hostilidades y se negocia un acuerdo de paz se pone de manifiesto en los niveles de violencia e inseguridad que persisten tras años de darse un conflicto por cerrado. En este contexto, los testimonios recabados apuntan a que los actores de la guerra son los mismos que negocian la paz, dejando excluidos a importantes sectores de la población, y perpetuando las relaciones de poder preexistentes. Por ello, en el marco del diálogo se propugna un esquema de resolución de conflictos inclusivo, que tome nota de las necesidades de todos los actores sociales, con especial énfasis en la participación de la mujer en los niveles más altos de la negociación y posteriormente en el reparto del poder político.

Otro tema que afecta a la población en general y que es normalmente olvidado, es el apoyo a la recuperación psicológica de las víctimas, los ex combatientes -más aún en el caso de que éstos sean menores-, sus familiares y la sociedad fracturada por los horrores de la guerra. Cómo abordar este pasado traumático, en tanto que tarea individual y proyecto colectivo, qué papel desempeña el perdón, la no monopolización del sufrimiento y hasta qué punto la reconciliación es un proceso transgeneracional son asuntos que van a ser expuestos y debatidos desde diversos ángulos e interpretaciones culturales.

Las limitaciones de la justicia internacional y la justicia nacional en las posguerras nos remitirán a los mecanismos de justicia transicional, como las Comisiones de la Verdad y Reconciliación, que han surgido y proliferado desde la mitad de la década de 1980 para llenar el vacío de justicia que los mecanismos formales son incapaces de abordar, y que es el punto clave de la pacificación y punto de partida para la coexistencia no violenta de grupos sociales previamente enfrentados.

En este contexto, el papel de los actores externos, la comunidad internacional, se trate de la ONU, la UE u otros actores internacionales o regionales, se percibe como necesario en su versión de apoyo moral y financiero a los procesos de reconstrucción, pero son también muy criticados por su arrogancia y pretensión de importar modelos de gobierno ajenos a las tradiciones culturales de las sociedades en conflicto y por poner plazos para el restablecimiento de la convivencia, especialmente al ignorar los tiempos de la recuperación psicosocial y no abordar este problema de forma proactiva.

Finalmente, toda la acción de recuperación nacional con o sin apoyo internacional se realiza a la sombra de actores emergentes en el mundo globalizado, que actúan al margen de la ley y ejercen un poder de corrupción y violencia difíciles de erradicar. El tráfico de armas, de seres humanos, drogas, diamantes y otras materias primas; la proliferación de milicias privadas o mercenarios que actúan con total impunidad al servicio de multinacionales o terceros actores; la pobreza y las pandemias como el sida o la malaria, especialmente en África, y todo un trasfondo de desigualdad estructural norte-sur complican los escenarios bélicos y posbélicos.

Prevención, resolución y reconciliación no son tareas que puedan abordarse como compartimentos estancos. El trabajo que implican no es lineal, sino circular, que se solapa de manera constante. Esperamos que las aportaciones, debates y conclusiones del diálogo aporten una visión renovada de los mecanismos para la construcción de la paz adaptados a las necesidades de justicia, estabilidad y desarrollo de la sociedad global contemporánea.

María Ángeles Siemens es directora del diálogo Conflictos: prevención, resolución, reconciliación.

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