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La ex responsable de la cárcel de Abu Ghraib asegura que el mando le ordenó tratar a los presos como a perros

La general Janis Karpinski, jefa de la unidad de la policía militar responsable de la vigilancia de las prisiones en Irak antes del escándalo de las torturas en abril, aseguró ayer en una entrevista con la BBC que sus superiores le ordenaron maltratar a los detenidos. Karpinski se considera una cabeza de turco y pide que se pregunte al general Ricardo Sánchez, responsable de las tropas de EE UU en Irak, qué sabía y cuándo lo supo.

Karpinski sostiene que el general Geoffrey Miller, ex responsable de Guantánamo y actual jefe de las cárceles en Irak, le explicó su sistema durante una visita a Bagdad: "En Guantánamo hemos aprendido que los presos deben ganarse cada cosa que obtienen. (...) Son como perros y si les permites que se crean más que un perro pierdes el control sobre ellos". Repitió que ella no tuvo conocimiento previo de las torturas y abusos y dijo estar convencida de que las personas bajo su mando que salen en la fotografías divulgadas no actuaron por cuenta propia, sino que fueron dirigidos por los interrogadores de los servicios de inteligencia y los contratistas privados. "Conozco a los soldados de esa unidad. No llevaban suficiente tiempo en Abu Ghraib como para sentirse tan seguros para decidir sacar a los presos de sus celdas, amontonarlos y tomar fotos en varias posiciones". "Cómo ocurrió y por qué esas fotos llegaron a la división de investigación criminal [del Ejército] en enero será algo que probablemente se sabrá en los juicios". La general, suspendida de empleo pero no procesada, está convencida de que en esas vistas surgirá más información perturbadora sobre lo que sucedía en Abu Ghraib.

El general Sánchez ha aceptado su responsabilidad por lo ocurrido bajo su mando y ha solicitado el envío de un general de mayor rango que el suyo para que conduzca una investigación sobre la actuación de la cadena de mando. El general Antonio Taguba, que investigó lo ocurrido en febrero, concluyó que no había evidencia alguna de que las torturas obedecieran a una política deliberada o que los maltratadores recibieran órdenes para humillar a los presos. Distintos documentos internos de la Administración, publicados por la prensa estadounidense en los últimos días, ponen en duda la teoría de que fueron casos aislados fuera del control del mando.

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