_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Iona Brown, violinista inolvidable

El pasado día 5 falleció la gran violinista inglesa Iona Brown víctima de cáncer, en la ciudad de Salisbury, en la que había nacido el 7 de enero de 1941. Pertenecía a una familia de músicos y se formó en Roma, Bruselas, Viena y París y, sobre todo, con el inolvidable Henrik Szeryng (Zelazowa Wola, Polonia, 1918- Kasel, Alemania, 1988). Fue precisamente Szeryng quien primero me habló de Iona, de la elegancia de su estilo, la belleza de su sonido y la naturalidad de su virtuosismo.

Mujer de gran belleza, pisaba fuerte en la escena y cuando se situaba en el primer atril de la Orquesta de la Academia St. Martin in the Fields, todos estábamos seguros de que escucharíamos versiones ejemplares por el concepto y arrolladoras por la potencia expresiva.

Frecuentó Iona Brown las salas de concierto españolas, principalmente como concertino y luego directora de la excelente formación londinense, fundada en 1956 por el director Neville Marriner, que inició los conciertos de mediodía sobre la base del gran repertorio clásico (Bach, Haydn, Mozart) para prestar también atención a los contemporáneos británicos: Rodney Bennett, Maxwell Davies (Sinfonía concertante), William Walton (Serenata para arcos) y, por supuesto, Benjamin Britten.

Dirigió desde 1981 la Orquesta de Cámara de Noruega y un lustro después la de Los Ángeles.

A causa de padecimientos reumáticos fue abandonando progresivamente su dedicación al instrumento de su predilección en beneficio de su labor de conductora avalada al frente de las sinfónicas y filarmónicas de Bournemouth, Dinamarca, Liverpool, Londres y Tokio.

Se despidió de su querida St. Martin durante la Navidad de 1999 como violinista y con la Filarmónica de Londres como directora en Salisbury, en 2002, justamente el día que le diagnosticaron un cáncer. Ya había vendido su maravilloso Stradivarius histórico, el Booth, de 1716.

Recordaremos siempre a Iona Brown por la honda pureza de su temple moderado por un innato sentido de la elegancia. Las versiones de la ilustre artista, cálidas, fluidas, comunicativas, reflejaban una fuerte humanidad, bien se tratara de Bach o Händel, bien de Mozart o Bartok. Resuenan ahora en la distancia del tiempo ido, de la vida definitivamente apagada, como lo que realmente son: una herencia inolvidable e imprescindible.-

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_