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Elecciones Europeas

Terraza de verano improvisada en Ferraz

Elsa Granda

Los datos de participación mataron el arranque de fiesta del PSOE. Sólo tras la comparecencia del secretario de Organización, José Blanco, anunciando los primeros datos de recuento mudaron las caras de los militantes y simpatizantes, que hasta ese momento no habían mostrado excesiva preocupación, pero tampoco las tenían todas consigo.

Fue entonces cuando estallaron los primeros aplausos en la sede central del partido. Hasta entonces, si no hubiese sido por las unidades móviles apostadas en el exterior y cerca de un centenar de militantes que fueron entrando con cuentagotas, nadie hubiese adivinado que era un día especial en la casa de los socialistas.

En el exterior comenzaron a arremolinarse los primeros simpatizantes sobre las diez de la noche. Horas antes habían pasado por allí cuatro jóvenes en un BMW. Pararon el coche y comenzaron a proferir gritos de "mentirosos, mentirosos".

Poco antes de las nueve y media, sólo dos personas deambulaban de un lado a otro de la calle. María portaba un globo y una pegatina del PSOE. Llevaba horas bajo un gorro azul, intentando animar su espera solitaria. "Yo antes del atentado era del PP. Lloré mucho y decidí cambiar de partido. Y creo que es lo que le ha pasado a mucha gente", asegura mientras mira al suelo.

Impaciencia y alivio

Los dirigentes del partido no daban señales de vida, salvo Trinidad Jiménez y dos o tres más. La tarde fue un tiempo de atrincheramiento en los despachos. La palabra más repetida de la jornada fue "abstención". Con los primeros datos escrutados y tras la comparecencia de Blanco llegó el alivio.

Sentados en el jardín exterior de la sede socialista muchos militantes y simpatizantes esperaban en una especie de reunión distendida. La impaciencia, la esperanza y la alegría se palparon por este orden en esa terraza de verano improvisada. Allí estaban los de siempre, los que no se han perdido ni un recuento en la sede socialista. Caía la noche, avanzaba el recuento y subían los ánimos, porque el PSOE estaba a punto de engarzar dos triunfos electorales seguidos que no conocían desde Felipe González.

La alegría acabó por estallar cuando Borrell y Zapatero pronunciaron sus primeras palabras. Para entonces en el interior de Ferraz se agitaban banderas y se jaleaba cada comparecencia. En la calle se arremolinaban centenares de personas. La sorpresa llegó cuando se reclamó insistentemente la presencia de Borrell en el balcón de la sede. Y no sólo salió al balcón, sino que se lanzó a la calle y casi fue engullido por la entusiasta concurrencia. Para entonces, ya nadie pensaba en la abstención.

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