Carta abierta a la ciudadanía de Morón

En España, la clase política de izquierda viene siendo muy denostada. Ciertamente, ha habido casos de corrupción, como también ha habido en la derecha, que han contribuido profundamente a este desprestigio; pero el difundido mal concepto sobre los políticos de izquierda que prevalece en un sector importante de la opinión pública española ha sido creado artificial e intencionadamente por la derecha, sabedora de su triunfo cuando impera, en la ciudadanía, el desinterés por la política.

La derecha, con sus medios de comunicación de masas, ha consolidado en la conciencia colectiva española dos ideas fundamentales sobre los políticos: que los de izquierda son unos "aprovechados" que entran en la política para servirse de ella, y que los de derecha son unas almas altruistas entregadas al interés general y el bien común.

En Morón de la Frontera, sufrimos desde el pasado año la desordenada estrategia de un político autodenominado apolítico que, siendo candidato del PP a la alcaldía, vociferaba en contra de la política y despotricaba contra todos los partidos políticos. Y, mientras, aparecía públicamente con Javier Arenas y con todos los ministros del Gobierno de Aznar a los que pudiera acercarse.

La intención de ese político apolítico, el conocido empresario taurino Manuel Morilla, era clara: dar sensación de poderío personal, hacer ver a los moronenses que su éxito empresarial continuaría en el Consistorio gracias a sus amistades, mientras ensuciaba la imagen de sus adversarios políticos, los cuales no querían otra cosa que "aprovecharse de la política".

En los últimos meses, ya adentrado en la política de Morón, aunque no con la diligencia que necesita el desarrollo económico y social de nuestra localidad, Morilla ha continuado por la senda del apoliticismo, un apoliticismo cada vez más radical, intentando no perder el apoyo que la ciudadanía de Morón le concedió hace un año. Sin ningún proyecto ilusionante para Morón, Morilla sigue dedicándose a denostar duramente a los políticos; pero su estrategia, a la vez que se vuelve inútil para sus propios intereses, está resultando peligrosa para Morón. El daño que el edil popular pretendía infligir a sus adversarios está trascendiendo a la institución que representa, el Ayuntamiento, y a la democracia de Morón de la Frontera, con las negativas consecuencias que para la convivencia y el bienestar social pueden ir apareciendo.

En una entrevista concedida a la radio local en la que se le pedía un balance del primer año de desgobierno local popular, Morilla, consciente de que su discurso se desacredita por momentos, se atreve a decir que "la política es una mierda".

Ante esta antidemocrática declaración del máximo responsable institucional de Morón, (que se ha convertido en el más irresponsable ciudadano de la ciudad) es necesario urgentemente restablecer la credibilidad de la vida política municipal con la práctica de actitudes responsables por parte de todos sus integrantes, entre los que se encuentra, aunque lo niegue en su propaganda, el propio alcalde.

Y un buen comienzo de este restablecimiento sería la rectificación pública de Manuel Morilla.