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Crítica:LA LIDIA | FERIA DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una obra de arte

Antonio Lorca

¡Qué bien torea El Cid! ¡Qué bonito es el buen toreo! ¡Qué maravilla cuando un toro noble y encastado se encuentra con un artista valiente y entre ambos firman una obra para la historia!

La plaza quedó conmocionada con el toreo de El Cid. La emoción primera dejó paso a la vibración y al entusiasmo, porque fue una labor de menos a más, salpicada de pasajes gloriosos con la derecha, sobre todo, y con la izquierda. Nadie daba un duro por el toro, blando y renqueante en el caballo, protestado por parte del público, pero se vino arriba en banderillas, como casi todos los demás, y llegó a la muleta encastado y con noble recorrido.

Alcurrucén / El Cid, Marín, Tejela

Toros de Alcurrucén, bien presentados, blandos y mansurrones; encastados y nobles los tres primeros, áspero el 4º, inválido el 5º y soso el 6º. El Cid: -aviso-, pinchazo y estocada (oreja); un descabello (silencio). Serafín Marín: estocada muy baja (algunos pitos); media muy baja (silencio). Matías Tejela: estocada (silencio); pinchazo y estocada (silencio). El Rey presidió el festejo. Plaza de Las Ventas, 10 de junio. Corrida de Beneficencia, Tres cuartos de entrada.

Perdió las manos al primer muletazo. Comenzó El Cid de uno en uno hasta meterlo en la muleta, lo enceló y ligó los muletazos como por arte de magia. Encontró la distancia y ahí comenzó su gesta. Perfectamente colocado siempre y muy cruzado, los redondos surgieron templados y bellísimos. Tomó la izquierda y dibujó unos naturales extraordinarios, con el toro embebido, en un arrebato de inspiración. La tanda siguiente resultó igualmente ligada y exquisita. La plaza estaba, por aquel entonces, absolutamente entusiasmada. Unos ayudados por bajo y dos pases de la firma culminaron la obra.

No hace falta decir que El Cid pinchó, algo consustancial a este torero, pero la oreja ganada supo a gran triunfo; a un torero que dijo lo emocionante y bello que es el arte del toreo.

Ahí acabó la corrida. Ya nada fue igual. El propio Cid salió decidido a triunfar, pero el cuarto no colaboró. Aun así, consiguió algunos naturales muy estimables, pero el toro se partió una mano y tuvo que ser apuntillado en el ruedo.

Ni Marín ni Tejela supieron reaccionar tras la faena de El Cid. Sus primeros toros acudieron con casta a la muleta, pero ninguno de los dos encontró ni el sitio ni la distancia. Muy acelerado Marín, no llegó a acoplarse con su oponente en una labor de más a menos, en la que el único que mandó fue el toro. El quinto fue un inválido muy protestado por el público que el presidente se empeñó en mantener en el ruedo, lo que provocó una gran protesta e impidió cualquier atisbo de faena.

Matías Tejela tuvo enfrente a otro toro encastado en tercer lugar y tampoco consiguió hacerse con él ni demostrar nada. Sorprendentemente, sus tandas resultaron aceleradas, muy destempladas y superficiales. El toro se comía la muleta y lo desbordó en cada tanda. Tampoco estuvo bien en el sexto, con la tarde muy cuesta arriba tras la bronca al presidente en el quinto, y naufragó con pocas ideas ante otro toro que se dejó torear, pero con el que estuvo torpe. Valga en descargo de ambos que una faena como la de El Cid anula la capacidad de reacción de cualquiera.

El Cid, en su primer toro.
El Cid, en su primer toro.MANUEL ESCALERA
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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