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Columna
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Queridos, háganse votantes

Soledad Gallego-Díaz

Tallullah Bankhead recomendó a lo largo de su vida a muchas actrices jóvenes: "Querida, si de verdad quieres ayudar al teatro, no te hagas actriz. Hazte espectadora". Es fácil tener la misma tentación a la vista de algunos de los nombres que figuran en la listas de candidatos a eurodiputado en las elecciones de este domingo. "Queridos, si de verdad quieren ayudar a Europa, háganse votantes".

Por supuesto que la anécdota no es aplicable a muchas de las personas que integran esas listas y que han demostrado su interés por el proceso de construcción europea. Nada que objetar, se comparta o no su proyecto, a candidatos como Ignasi Guardans, Josep Borrell, Willy Meyer o Jaime Mayor Oreja. El problema no es de visiones políticas diferentes sino de capacidad y de calidad. Y, lamentablemente, de eso hay mucho que hablar en los puestos secundarios de algunas listas. Especialmente, en la lista del PP.

Esta es una de las ocasiones en las que parece injusto que los electores no puedan cambiar el orden de los candidatos. Porque si así fuera, los votantes del PP, por ejemplo, podrían aupar al candidato número 18 por delante de casi todos los que figuran en los primeros puestos. Por puro reconocimiento al mérito en el trabajo. No hace falta ser seguidor del PP, sino un simple conocedor de la UE, para saber que es una rareza incomprensible que el demócrata cristiano Iñigo Méndez de Vigo haya sido relegado en estas elecciones por detrás de otros 17 candidatos populares, ex ministros, ex dirigentes regionales, ex periodistas o ex portavoces descolocados por los resultados del 14-M.

Por si los votantes del PP no lo saben y por si sus dirigentes no se lo han dicho, Méndez de Vigo fue uno de los dos representantes del Parlamento Europeo (de todo el Parlamento Europeo) en la Convención que elaboró el borrador de la Constitución europea. Fue miembro del selecto "presidium" que dirigió los debates y la persona que sustituyó a Giscard d'Estaing en algunas sesiones y gestiones. En la mejor línea europeísta de la vieja democracia cristiana, Méndez de Vigo representó muy bien el espiritu "constitucional". Tan bien que ahora parece haber sido castigado por ello. Es lamentable que la mejor prueba de que el PP no va a estar dispuesto a defender un auténtico espíritu europeísta en la próxima legislatura sea, precisamente, el trato que está dando a uno de los suyos, la posición en la que ha dejado a uno de sus representantes más valorados.

Es cierto que el PP no es el único y que la calidad no ha sido frecuentemente uno de los requisitos más exigidos por los partidos a la hora de elaborar listas electorales. Ya sabemos que en los Parlamentos nacionales algunos diputados son seleccionados exclusivamente por su condición de hooligans. Son esos desagradables parlamentarios que acuden a la Cámara para gritar, gesticular y alborotar, sin la menor intención de escuchar al oponente, aunque sólo sea para poder llevarle la contraria. (Algún día los periodistas deberíamos hacer una lista de esos fanáticos y fanáticas para que, por lo menos, los votantes de sus circunscripciones sepan a qué se dedican sus famosos representantes).

Se dirá también que en el Parlamento Europeo no hacen falta los hooligans. Es verdad; es dificil que en Estrasburgo haya muchos fanáticos. Pero, por contra, hay muchos más vagos o personas que toman ese destino como un refugio, a la espera de mejores "salidas" políticas en sus propios países. Antes, cuando el Parlamento Europeo casi no tenía competencias, no era muy grave. Pero ahora han cambiado muchas cosas y el Parlamento que salga elegido el domingo va a tener realmente competencias decisivas. Las personas que vamos a enviar a Estrasburgo van a tener una gran capacidad de influencia en nuestras vidas, en el futuro de la Unión y en el de todos los europeos. Esperemos que la mayoría de ellas no dude sobre cuál es, y cuál ha sido, nuestra primera seña de identidad como europeos, por encima de cualquier raíz cristiana o credo político: la fe en la razón. solg@elpais.es

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