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VISTO / OÍDO
Columna
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Nuestros asesinos

El Egipcio, capturado en Italia, fue escuchado ufano por su éxito en el bombardeo de Atocha. Puede estarlo; un cálculo difícil, una operación complicada, inteligente: cálculo de los horarios de los trenes y de su punto de encuentro, la fuerza de las explosiones, las maneras de ignición. Supongo que el santo varón islamista habría viajado en esos trenes para estudiar: habría visto a quienes iba a matar, quizá a las mismas que cayeron: incluso a islámicos -no es lo mismo, aclaro, islámico que islamista- y a mujeres, niños (ah, por cierto: no distingo mucho: niño, guardia civil, concejal o mujer, para mí son la misma víctima: lo he dicho cuando ETA aún mataba) y habría calculado a qué hora iban más personas y en qué puntos. Con la exactitud, aunque con menos aparatos, que los aviones contra las torres de Nueva York. Me es difícil comprender mentalidades así, y no tengo la facilidad de otros para decir que son diabólicos. Asesinos, sí; miserables, lo que se quiera. Von Braun es un tipo venerado por su capacidad científica: las V-2 que bombardeaban Londres. Cierto que desde Londres se ordenaron los bombardeos de Dresde con un millón de habitantes, sin interés militar, que fue destruida por orden de Churchill, que tiene tantos admiradores. ¿Cuantos muertos? La cifra disminuye a medida que los historiadores pierden la emoción: se dijo que 250.000 (Mourre, Larousse) hasta los 35.000 de hoy.

Es igual. Y así se continúa en Irak. Incluso con las torturas. Hoy se sabe que Bush estaba al corriente del informe en que se admitían, teniendo en cuenta que los detenidos son terroristas y los interrogatorios violentos -eufemismo de la tortura en el mundo verbal de lo políticamente correcto- se hacen en defensa propia. Quizá sea justo, uno y otro horrores. Pero es que yo pertenezco al grupo de los bombardeados, infinitamente mayor que el de los bombarderos, y me resiento de tres años de bombas de españoles contra nosotros, la anti-España, y de sus artilleros desde el cerro Garabitas: crimen selectivo, que evitaba el barrio donde vivían sus familias. Y no sé cuándo seré alcanzado por los islamistas, los etarras o no se quién que en algún momento esté irritado por alguien que no soy yo. No somos nosotros.

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