El Museo de Zoología exhibe por primera vez al hijo de 'Copito' disecado
El gorila 'Urko' forma parte de la espectacular exposición del centro 'La diversitat de la vida'
Paradojas de la vida: los restos de Copito de Nieve no son exhibibles, pero su hijo ha sido disecado y ya se expone. Urko, formidable ejemplar de gorila fallecido medio año antes que su padre, se muestra por primera vez como parte de la nueva exposición del Museo de Zoología de Barcelona, La diversitat de la vida (Fòrum Ciutat), consagrada a explicar la biodiversidad mediante un espectacular montaje que combina las piezas del museo con el soporte audiovisual.
Urko aparece como una presencia fantasmagórica en el discurso de la exposición -muy Fórum- cuando su cuerpo disecado se ilumina y se materializa tras una fina tela que hace las veces de pantalla de proyecciones. Detrás de ese sudario, el hijo de Copito significa toda la fuerza y belleza de su especie, pero también el triste futuro que la amenaza: la extinción. El evanescente gorila vuelve a desaparecer en la sombra y su exhibición puede calificarse -para quien le preocupe ese extremo- de sumamente respetuosa. Sin embargo, no dejan de sorprender las alharacas de algunos tras la muerte de Copito ante la posibilidad de mostrar sus restos -finalmente se conserva sólo el esqueleto, en el mismo Museo de Zoología, pero con la prohibición de exponerlo- y lo poco que parece haberles importado que se enseñe disecado a su primogénito sólo porque no es famoso ni blanco. En todo caso, el trabajo de taxidermia -obra de Carlos Orta- es excelente, pese a que haya sido imposible disimular la larga cicatriz en el pecho causada por la autopsia. En fin, peor está el padre.
Urko tiene el privilegio de ser uno de los contados especímenes con presencia real que representan en la exposición la diversidad de la vida. Una gran polilla del Atlas, dos mirlos (macho y hembra), un sapo extinto, varios cangrejos, un lote de perplejos caimanes incautados en la aduana, una piel de oso y un trozo de mesosaurio aparecen también (así como tres huevos de dinosaurio y chapapote de A Coruña) durante los vertiginosos 20 minutos en que se despliega ante el público el fascinante espectáculo de la vida. Los visitantes entran en grupos de 30 personas en una especie de amplia jaima blanca, instalada en la Sala de la Ballena del museo, que se revela como una gran sala de proyección envolvente en la que van apareciendo imágenes y datos sobre un evocador y contundente fondo sonoro.
De repente el espectador, que puede deambular a su gusto, se ve rodeado por un mar mientras resuenan cantos de ballenas y se ilumina el esqueleto de rorcual sobre su cabeza, luego es un bosque espeso lo que crece a su alrededor. Canta un pájaro y se ilumina el mirlo. Un sector de la gran pantalla circundante vomita datos sobre las extinciones y un foco cae sobre un fósil del devónico. Los mensajes se suceden: "Sólo el 17 % de la superficie de la Tierra es virgen". "Si todo el mundo consumiera lo que nosotros, harían falta cuatro planetas Tierra".
La idea de fondo que atraviesa el discurso, auténtica celebración de la vida, es que nos enfrentamos a una sexta extinción masiva causada por nuestra especie y que podemos ser víctimas de ella. Lo que, aunque sea desde una perspectiva egoísta, sería una lástima.
Tras el espectáculo, otro audiovisual en una sala adyacente presenta proyectos que muestran que la situación no es irreversible y que es posible detener el ecocidio y hacer las paces con el planeta. Finalmente se señalan al visitante cinco cosas que puede hacer para ayudar. Un librito que se entrega permite profundizar en el discurso.
"Esta exposición es más que un recorrido, es un lugar en el que pasan cosas y priman las sensaciones y los conceptos", destacó la directora del museo, Anna Omedes, que animó a que cada uno viva a su propia manera la experiencia.
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