Europa, tan cerca y tan lejos
El 13 de junio hay elecciones al Parlamento Europeo. Según las encuestas, se prevé una alta abstención: más del 50%. Es como si los ciudadanos hubiesen aceptado el proceso de construcción de la Unión Europea como un mal menor, como algo inevitable, donde la participación se ha reducido, en el caso del estado español, a algún que otro debate en el Parlamento. No se ha realizado ninguna consulta popular, ni siquiera sobre nuestra entrada en la UE. Ahora se está discutiendo el tema de la Constitución Europea y tampoco se ven indicios de que vaya a abrir un debate en la sociedad, con su consulta pertinente. Las cosas se hacen por arriba, como si hubiese miedo a que las personas de a pie opinen más allá del voto. Esa falta de democracia participativa es una de las causas que alejan a los ciudadanos de las urnas.
Los pueblos, cuando son partícipes libre y democráticamente de su futuro, asumen la responsabilidad de la construcción de su historia, aún cuando esto suponga costes y sacrificios. La cuestión económica en esos casos es una cuestión secundaria. Pero, cuando esto no ha sido así, hay que exigirles a los candidatos que respondan a las preguntas: ¿cuál es el futuro de la agricultura andaluza en la UE?, ¿qué va a pasar con los restos de nuestra flota pesquera?, ¿cuál es el plan para erradicar la lacra del desempleo en Andalucía?, ¿por qué nuestra economía está condenada a basarse en el sector turístico?, ¿cuál es el papel de Andalucía en el Mediterráneo: muro de contención de la inmigración o sujeto activo en el desarrollo social y humano?
Sin duda alguna, el día 13 hay que ir a votar, pero existe una asignatura pendiente, que es el derecho de los ciudadanos a una democracia participativa, y muchas preguntas que responder.
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