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Reportaje:LOS PROBLEMAS DE LOS INMIGRANTES

Dos días de cacería por las calles de El Ejido

Los empresarios condenados por apalear a inmigrantes los pasearon por el pueblo antes de partirles varios huesos con un madero y un bate de béisbol

El jueves 11 de diciembre de 1997 comenzó mal para Francisco Palenzuela, uno de los empresarios de El Ejido (Almería) condenado por agredir y secuestrar a tres inmigrantes para los que el Ayuntamiento de ese municipio pide ahora el indulto total. Cuando acudió como cada mañana al almacén de su tienda de animales descubrió que alguien le había vuelto a robar por un importe de 204 euros. Junto con su socio, Juan Antonio Fernández, y una tercera persona a la que no se ha podido identificar, salió en busca de los presuntos culpables. Sólo los magrebíes de una casa en ruinas de la vecina calle Galva podían haberlo hecho, pensaron. EL PAIS ha reconstruído aquellos hechos a través de la sentencia de la Audiencia de Almería que condena a ambos a 15 años de cárcel.

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Los dos empresarios y su desconocido cómplice encontraron lo que buscaban hacia las 9.00 en la barriada de Pampanico, al noroeste del municipio. Palenzuela frenó en seco su furgoneta Citroën C-15 junto al marroquí Hicham Brahimi, que caminaba por la calle. Entre los tres lo introdujeron por la fuerza en el coche. La escena se repitió sólo unos metros más adelante, justo por donde pasaba el argelino Garami Bou Bakeur.

Con sus dos sospechosos a bordo, comenzaron las "pesquisas" de la improvisada patrulla. Los empresarios pasearon a los dos norteafricanos durante más de una hora por el municipio, según la sentencia. Durante el trayecto no cesaron de preguntarles por el lugar donde escondían su supuesto botín. Los raptados permanecieron atados y amenazados con un cuchillo, según declararon ante la Guardia Civil.

El "interrogatorio" se interrumpió cuando pararon frente al almacén de Palenzuela. Éste y Fernández quitaron entonces un zapato a cada uno de los retenidos para ver si coincidían con las huellas dejadas por los ladrones. La sentencia no aclara el resultado de la comprobación, pero a partir de ese momento la violencia contra los secuestrados aumentó.

De vuelta en la furgoneta, los agresores enfilaron hacia Santa María del Águila. En una montaña cercana a este anejo de El Ejido, sacaron a Garami Bou. Palenzuela lo golpeó varias veces. Temiendo una paliza similar, Brahimi dijo a los empresarios aquello que querían oír: sus objetos se escondían en una cueva de esa misma pedanía. Palenzuela y Fernández lo condujeron entonces hasta ese lugar para comprobar si su confesión era cierta. Al apaleado Bou Bakeur lo abandonaron en pleno monte.

Los empresarios no encontraron lo robado en la gruta de Santa María del Águila. Pero sí estaba en ella Mustafá Bando, junto a otros marroquíes. Los empresarios forzaron de nuevo a Brahimi para que entrara en el coche. Lo mismo hicieron con Bando, que al no acceder a sus exigencias recibió varios golpes en la espalda con un madero. Consumado el nuevo secuestro, los empresarios continuaron con el paseo.

Pasado el mediodía, los magrebíes lograron escapar de la furgoneta durante una parada en el barrio de Pampanico. Ambos corrieron hacia una farmacia tratando de ponerse a salvo. Bando consiguió entrar pidiendo a la dependienta que llamara a la policía. Los captores volvieron a raptar a Brahimi junto a la puerta de ese negocio.

Palenzuela y Fernández lo condujeron entonces hasta la montaña donde habían abandonado a Bou Bakeur. Armados con un bate de béisbol y un palo de madera, la emprendieron a golpes con el marroquí. Le rompieron la nariz y un brazo, y le causaron importantes heridas en la cabeza. Las lesiones, según la sentencia, requirieron "tratamiento quirúrgico y ortopédico con ingreso hospitalario". Brahimi no se recuperó de los golpes hasta que transcurrieron dos meses. Tras la paliza, los agresores volvieron al coche. El marroquí, malherido, se quedó allí.

Al día siguiente, Palenzuela y Fernández volvieron a por Bou Bakeur. Los condenados se plantaron en la casa ruinosa que el argelino compartía con varios toxicómanos en el número 39 de la calle Galva. Entraron sin pedir permiso y tras registrar la vivienda, se lo llevaron de nuevo en el coche. En un monte cercano, le dieron otra paliza con las mismas armas que utilizaron contra Brahimi.

Le partieron la nariz, un brazo y las dos piernas. Los golpes le abrieron un labio y le rompieron una de sus cejas. Su cuerpo quedó repleto de contusiones, según declara probado la sentencia, lo que le obligó a pasar por el quirófano. Sólo se recuperó después de 61 días, la mayoría de los cuales los pasó en el hospital. "Saltaban sobre mi espalda mientras cantaban", dijo el argelino tras la brutal agresión. "Creo que me pegaron durante media hora", añadió.

Al día siguiente la Guardia Civil detuvo a Palenzuela, después de que el primo de Bou Bakeur, Nacer Zidouk, llamara a los agentes avisando de que merodeaba de nuevo en las cercanías de la vivienda, esta vez con una pistola que los guardias no encontraron. A Fernández lo cogieron tras comprobar que en el móvil de su socio constaban varias llamadas comprometedoras a su número.

El pasado 22 de abril, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia de la Audiencia que condenaba a cada uno de los agresores a 15 años de cárcel. El recurso a esta última instancia judicial lo firmaba el abogado que se encarga habitualmente de los contenciosos del Ayuntamiento de El Ejido, Francisco José Sánchez Ramón.

56.000 ejidenses han firmado desde esa fecha a favor del indulto de estos dos empresarios, según el alcalde del municipio, Juan Enciso (PP), que sin embargo no ha hecho públicas las listas. Pero algunos vecinos del pueblo, en cuyo último padrón constaban 62.000 habitantes -11.000 de ellos inmigrantes-, se niegan a creerlo. Estefanía Acién, una joven que no firmó, asegura que se encontró con esas hojas en la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Almería. Otros, que prefieren no identificarse, dicen que las vieron en varios comercios de la capital y en otros pueblos de la provincia como Níjar.

Fueron los agresores y sus familias los que distribuyeron los folios por los negocios y centros de trabajo del pueblo, según varios vecinos. En su encabezamiento no sólo se pedía su indulto total, sino que también se instaba al Ayuntamiento a apoyar su causa. Terminada la recogida, los condenados entregaron las firmas en esa institución. Las hojas pasadas a la firma estaban acompañadas de otras tres en las que se mostraba la foto de cada una de las víctimas junto a sus antecedentes policiales, tratando así de justificar la agresión. Seis años y medio después de los sucesos, nadie ha denunciado a Brahimi, Bakeur o Bando por el robo que sirvió de excusa para sus palizas.

El pasado 17 de mayo, el pleno municipal se sumaba por unanimidad a la petición de perdón. Pero antes, Enciso y su grupo apoyaron indirectamente la recogida de firmas. La radio municipal de El Ejido, un organismo autónomo municipal, tomó partido por el perdón, según el ex concejal y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, Gracián Aguilera.

Aguilera presentó la dimisión tras el escándalo que se formó en las filas de su partido por el apoyo que los seis concejales socialistas habían dado a la petición de indulto. El PP no ha tomado medidas contra ninguno de sus hombres.

Radio Ejido dedicó un programa a los agresores en el que explicaron su versión. Su director, José Pérez, exige que no se ponga en duda su profesionalidad. "Nos concedieron en exclusiva una entrevista". Pérez cree que las agresiones no se pueden justificar, pero reclama que se escuchen los motivos de los condenados. "Nadie les ha preguntado qué pasó para que se les cruzaran los cables", afirma. Los intentos de EL PAIS por recoger la opinión de los condenados fueron infructuosos.

Pocos vecinos se atreven a pronunciarse sobre la campaña de firmas o el papel del consistorio en el asunto. Estefanía Acién es una excepción. "La gente tiene miedo a que se le señale", explica esta joven de El Ejido. Acién, que presenció la presión a la que se sometió a un senegalés en una gasolinera hasta que se consiguió su rúbrica, cree que muchos ciudadanos se encontraron en esa misma situación y asegura que la mayoría de los que firmaron desconocían lo que apoyaban. Otros ejidenses se niegan a que se publiquen sus nombres. Dicen que peligraría su trabajo. "Aquí no se puede decir libremente lo que piensa uno. Lo mejor es estar callado y eso es lo que hacen todos", asegura frente a su comercio un vecino.

Desde que el Ayuntamiento pidió el perdón, el alcalde, Juan Enciso, no cesa de calificar de "antiejidense" a todo el que se pronuncia en contra de esa moción. La responsable de inmigración del PP andaluz, María Ángeles Muñoz, considera que no apoyarlo supondría "un insulto" para los vecinos de El Ejido. "Hablamos de dos ejidenses que están integrados en una sociedad multirracial donde conviven más de 100 nacionalidades", escribió el pasado miércoles de los agresores el presidente de la Diputación de Almería y concejal popular del municipio, José Añez (Ideal, 2 de junio), que acusó a los que critican la petición de indulto de "alentar al odio y al rencor" entre la población, evocando los violentos sucesos de 2000.

Ninguno de los condenados se ha arrepentido de lo que hicieron, aunque el sector de la población que los apoya tampoco se lo ha reclamado.

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