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FÚTBOL | España, ante la Eurocopa 2004

"¡Viva la furia!"

La selección pide "inspiración divina" al apóstol Santiago antes de viajar a Portugal y el deán de la catedral apela a la esencia más racial

Xosé Hermida

"¡Pero si esto parecen los sanfermines!", exclamó con horror alguien del grupo de la selección española. El gentío que tenían delante se contaba por miles: una barahúnda de turistas, paseantes de domingo y niños a la caza de autógrafos.

A los jugadores de Iñaki Sáez no les quedó más remedio que sumergirse en ese caos para tener acceso a la catedral de Santiago de Compostela. Estrujados, besados y manoseados, firmando en posturas de contorsionista y con algunos chavales casi colgados del cuello, aguantaron la estampida, se abrieron paso hasta el templo y recibieron las bendiciones del apóstol Santiago antes de volar a Portugal.

""Os esperamos aquí el 6 de julio con el título de la Eurocopa", los emplazó en su homilía el deán, Manuel Calvo, quien aprovechó para confesar su afición al fútbol. Y parece que en su esencia más racial, a juzgar por el sonoro "¡que viva la furia!" con el clérigo arengó a Raúl y compañía.

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Rumbo a lo desconocido

Con mucho sueño, tras el partido after hours de la noche anterior frente a Andorra, la selección salió de Madrid rumbo a Oporto. Por el medio había una escala en Santiago, fruto de esa propensión del fútbol español a las ofrendas religiosas y a los compromisos publicitarios. El Gobierno gallego, con cuyo presidente, Manuel Fraga, almorzaron jugadores, técnicos y directivos, había gestionado la presencia del equipo nacional como parte de los actos promocionales del Xacobeo 2004. Y los jugadores llegaron al mediodía a la plaza del Obradoiro, convertida desde hace semanas en un enjambre intransitable, sin saber lo que se les vendría encima.

"¡Compañía, compañía... Esto está desbordado...!", gritaba por su transmisor uno de los policías encargados de proteger el paso de la selección. El barullo en el que se vieron inmersos los jugadores fue de tales proporciones que el Ejecutivo franguista emitió un comunicado para disculparse y echar la culpa al Ayuntamiento, al que responsabilizó de haber retirado las vallas que debían proteger su entrada en la catedral.

En medio de una multitud en la que el delirio había eliminado cualquier diferencia de comportamiento entre niños, quinceañeras y adultos, los seleccionados trataban de disimular el susto con sonrisas diplomáticas. "Me voy a quedar sin traje", le susurró Raúl a Cañizares mientras ambos trataban en vano de encontrar una escapatoria.

Entre policías sudorosos y a punto de perder los nervios, la comitiva alcanzó finalmente el templo y realizó su ofrenda al apóstol, presentada por Sáez, que aludió al fútbol como "una pasión común" que "une a todos los pueblos de España" y suplicó "inspiración divina" para las próximas semanas.

En nombre de los jugadores, fue Raúl el que imploró al santo, entre otros, "por los marginados y los desheredados de la tierra".

El deán que ofició el acto no dudó en evocar la más belicosa tradición jacobea para levantar el ánimo de combate de la selección. Calvo recordó a los futbolistas que Santiago es conocido como "el hijo del trueno" y que ese ejemplo de carácter "enérgico y competitivo" es el que ha de guiar a España en la competición portuguesa.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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