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Reportaje:

El precio de un paquete de café

Este fin de semana se ha celebrado en Barcelona la Fiesta del Comercio Justo

Cuando un ciudadano se toma un café o se prueba una prenda de ropa puede decir fácilmente, por lo general, si le gusta o no. Pero, ¿qué ocurriría si ese ciudadano supiera cómo han sido elaborados esos productos? La quinta Fiesta del Comercio Justo, celebrada este pasado fin de semana en Barcelona y en otras 37 ciudades catalanas, pretende mostrar al ciudadano que muchas veces los productos que consume provienen de países en los que rigen condiciones de trabajo indignas. La fiesta trata de "dar a conocer los valores y propuestas del comercio justo en un ambiente a la vez lúdico y educativo", según Albert Albiac, de Intermón-Oxfam.

El consumo de comercio justo -basado en productos producidos en condiciones laborales dignas- se ha incremado el 50% en los dos últimos años en Cataluña y actualmente el 20% de la población catalana ha comprado alguna vez en su vida algún producto de comercio justo, según Albiac. La comercialización de estos productos en grandes áreas -hecho reciente en Cataluña pero ya usual en gran parte de Europa- ha contribuido, sin duda, a este incremento.

Las trabajadoras de la industria textil, cuyos productos utilizamos, trabajan hasta 14 horas diarias
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"No cobramos más, recibimos lo justo"

Desde la actuación del grupo de música Melange el viernes por la noche se sucedieron las actividades, cuentacuentos y teatro, entre otros. Las tiendas de comercio justo y la cafetería se vieron completadas este año con una nueva carpa de información sobre comercio justo que, según Albiac, "fue todo un éxito". Además de explicar qué ocurre con el café, el azúcar o los teléfonos móviles, el visitante pudo ver en la carpa qué ocurre con la industria textil de los países pobres, cuyos productos utilizamos.

La mayoría sus trabajadores, como denuncia la ONG Setem, son mujeres jóvenes sin estudios que trabajan hasta 14 horas diarias. No tienen derecho a huelga y sus sueldos son inferiores al salario de supervivencia. Según Albiac, la presión procede, en cierta medida, de los propios centros de venta de los países desarrollados. "La exigencia viene dada por el rápido cambio de modas, que requiere una respuesta de entrega del producto en un espacio corto de tiempo, por lo que cada vez se exige más a los trabajadores por un menor salario", señala Albiac. Según un informe de su ONG sobre el trabajo de las mujeres en Marruecos, "hay prendas producidas en condiciones de trabajo claramente indignas que están vendiendo, entre otros, Zara y el Corte Inglés". Albiac cree que, a través de la presión, las empresas tendrán que cambiar de comportamiento. De hecho, allí se presentó una campaña de envío de postales a marcas deportivas. "Se acabaron las postales y tuvimos que ir a por más", dice Albiac, "lo que demuestra que a la gente, cuando le explicas las cosas, reacciona".

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Por lo que respecta al café, el precio que se paga al recolector es "inferior al nivel de coste". Del euro y medio que cuesta un paquete de café de 250 gramos, sólo nueve céntimos van a parar al recolector. El 44% del beneficio va a parar a las multinacionales. Por eso, "las ONG que trabajan en comercio justo pagan entre el 50% y el 60% más que la cotización del café en la Bolsa de Nueva York. Así se consigue rescatar de la pobreza a miles y miles de personas", explica Albiac. El precio de un paquete de café de comercio justo es, aproximadamente, de dos euros.

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