El ojo público
Agustí Centelles, cuyas fotografías se expondrán todavía una semana en varias casas con puertas abiertas de su barrio, El Cabanyal, fue ejemplo de reporterismo comprometido. Que es el que no interpone una defensiva distancia frente a la tragedia de otros, sino que deposita sobre ella una mirada llena de empatía y compasión. Encuadrar bien no basta: la estética y la destreza técnicas son poca cosa si no van acompañadas por la emoción, principalmente cuando se capta el horror.
Y eso fue lo que hizo nuestro paisano durante la guerra civil. En el frente, en las ciudades destripadas, en los descampados donde niños desnutridos jugaban al pelotón de fusilamiento, o cavaban refugios que les evitaran las bombas de los fanfarrones... Recorrió tierras republicanas para enfocar lanzadores de granadas con los dientes apretados, modistillas que construían barricadas, obreros con fusil, encorbatados con fusil, guardias de asalto con fusil, resistiendo tras el parapeto de unos caballos caídos. Y también a líderes como Companys, Pasionaria, Macià, Azaña, Prieto, Tarradellas, Margarita Nelken, Durruti... dirigentes en su salsa y con su gesto, en instantáneas bien alejadas del retrato cortesano y la prosopografía con que una vez consumado el desastre se intentaría camuflar a los próceres de la dictadura (qué ridículos y baldíos, aquellos intentos de embellecer la sombría imagen de Franco).
La Leica permitió a la generación de Centelles una mayor agilidad e inventar la secuencia, que se anticipaba a la representación televisiva del mundo. Así inventarió criaturas desmembradas y el dolor de las mujeres ante los cadáveres, la tristeza de los evacuados, el frío y el hambre en trincheras de las que saldría milagrosamente vivo. Gerda Taro no tuvo tanta suerte, ni su compañero Robert Capa, en Vietnam. Ni Juantxu Rodríguez en Panamá, ni José Couso en Bagdad, ni... El ojo público de una cámara es la rendija por donde se cuela la realidad, destinada reflejarse y multiplicarse. Mai l'oblit no pot véncer la mirada/ que atura el món un instant ja per sempre (Marc Granell). Por ese incruento disparo algunas veces mueren. Y otras muchas les matan.
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