Más de tres millones de personas fallecen al año por causas relacionadas con la falta de agua
Los participantes en el debate vinculan pobreza y la falta de suministro hídrico
El agua es uno de los derechos humanos reconocidos, pero no se aplica. Aunque los expertos barajan cifras dispares, la mayoría sitúa en más de tres millones el número de personas que fallecen al año por causas relacionadas con la falta de suministro. Hay más de 2.500 millones de personas sin servicios de saneamiento básicos. Así lo contó ayer Bertrand Charrier, director de los diálogos sobre el agua que se iniciaron en el Fórum. Anna Kajumulo Tibaijuka, directora del Programa Hábitat, de las Naciones Unidas, lo resumió en un proverbio árabe: "La vida es agua. No hay que despilfarrar ni una gota".
En general, los ponentes pusieron el acento en la relación entre falta de agua y pobreza, y la imprescindible solidaridad de los países ricos para mitigar el problema."Las necesidades de los pobres no son las de los inversores"; lo dijo Alexandre Likhotal, presidente del diálogo El agua: recurso estratégico, que se prolongará hasta mañana. Charrier resaltó las necesidades de inversión para los próximos años. Una inversión que, a la postre, resulta incluso rentable. Cada dólar invertido en el suministro de agua, explicó, rinde entre tres y 34 dólares, e incluso más, según los casos, que además se multiplican. Las necesidades de inversión en la próxima década son de 11.300 millones de dólares, que supondrían al final una rentabilidad global no inferior a los 84.000 millones.
Anna Kajumulo Tibaijuka, que es originaria de Tanzania, insistió en dos aspectos: la relación entre los conflictos y la distribución del agua, y el potencial del agua para sacar de la pobreza a la población que la recibe. Citó un ejemplo que luego sería profusamente utilizado por otros ponentes: muchas niñas africanas no pueden acudir a la escuela porque entre los papeles que se asigna a la mujer se incluye el aporte de agua a la familia. La niñas no son escolarizadas porque tienen que acompañar a sus madres a por agua. Y recordó: "El 70% de los pobres del mundo son mujeres". La misma idea fue recogida incluso por asistentes a las charlas. Uno de ellos, que dijo proceder de Senegal, pidió que no se olvidara la relación directa que se da en África entre analfabetismo femenino y el agua.
La directora del Programa Hábitat recordó la relación directa entre falta de agua y pobreza, porque, abundando en las tesis de Likhotal, los inversores no acuden a donde sólo hay pobres. Su criterio es el negocio, no la reparación de las injusticias. Por tanto, afirmó, es imprescindible que haya también cambios en las formas de actuar de los gobiernos y que los países ricos acudan en ayuda de los pobres con la aportación del 0,7% del presupuesto y revisando los aranceles para los productos de los países menos favorecidos. Josep Lluís Jové, consejero delegado de Agbar (Aguas de Barcelona), dedicó su intervención a elogiar las aportaciones de la economía privada. Una verdadera panacea, siempre que haya transparencia y no se dé en una situación de corrupción. En su opinión, la política no tiene que intervenir, salvo que la demanda no pueda pagar el servicio. La propia presentadora de la sesión, la marroquí Houria Tazi Sadeq, recordó que con frecuencia la población tiene problemas de accesibilidad y que es en esos casos cuando es más necesaria la solidaridad de los ricos.
El oceanógrafo Jean Michel Cousteau insistió en la relación entre el agua doméstica, de los ríos, y la procedente de los océanos, con frecuencia convertidos en basureros, mientras que Pedro Arrojo reclamó que se tenga en cuenta la triple función del agua (vida, servicio público y negocio) y que no se olvide que no es lo mismo dar prioridad a una que a otra de esas funciones. Andras Szöllösi-Nagy, director adjunto de Ciencias Naturales de la Unesco, cerró recordando que resolver el problema del agua es, muchas veces, aportar también la paz a una zona determinada.
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