Nuestros ejércitos
La celebración del día de las Fuerzas Armadas, que tuvo lugar el pasado domingo en Almería, sirvió para rendir homenaje a los militares muertos en las misiones internacionales pero es también una buena ocasión de abrir una reflexión sobre la misión encomendada a los ejércitos de España. Intentarlo en el momento presente, marcado por el repliegue de nuestros efectivos militares desplegados en Irak -país donde se ha vuelto a la situación de hostilidades bélicas abiertas mientras se han conocido los horrores de las torturas infligidas a los presos iraquíes bajo custodia de unidades militares norteamericanas-, es aún más obligado. Además, van a cumplirse ahora cuatro años de la Directiva de Defensa Nacional 1/2000, de 1 de diciembre, que corresponde sustituir por otra nueva que la rectifique y actualice, de donde, por supuesto, se derivarán consecuencias para incorporar a la Revisión Estratégica de la Defensa presentada en sociedad el 14 de febrero de 2003.
En principio, nada mejor para aclarar conceptos que volver al artículo octavo de la Constitución donde se determina de qué se componen las Fuerzas Armadas -el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire-, enumeración que excluye a la Guardia Civil y a los demás Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, y se declaran sus misiones, que son las de "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional". Pero los redactores de la Revisión Estratégica de la Defensa apenas aluden a las prescripciones constitucionales y prefieren tomar impulso del dictamen de la Comisión Mixta no permanente del Congreso y del Senado de mayo de 1998 sobre "La profesionalización de las Fuerzas Armadas". Enseguida engarzan con las definiciones de "seguridad compartida", y de los "dividendos de la paz" y se afanan en la consideración de los "nuevos riesgos multidireccionales de carácter militar y no militar".
Por ahí se llega a situar la seguridad y defensa de España en el marco de la "seguridad compartida y de la defensa colectiva" con nuestros aliados. Y del análisis de los supuestos de actuación de las Fuerzas Armadas (en misiones de ayuda humanitaria, operaciones de paz y de gestión de crisis, y prevención de conflictos) se concluye que las FAS deben ser consideradas "como instrumento de la acción exterior del Estado y deben contribuir al mantenimiento de la paz, la seguridad y la estabilidad, haciendo valer nuestra presencia en las organizaciones de seguridad y defensa colectivas". Llegados aquí, reconozcamos el trabajo que se cumplió para fijar tanto el planteamiento general como los criterios básicos de la Revisión Estratégica de la Defensa pero aceptemos que la pretensión de abrir un amplio debate político, técnico y también social sobre el futuro de la Defensa y de los ejércitos en absoluto se ha cumplido.
El déficit es especialmente visible en términos de cultura de la Defensa, a partir del fracaso de las convocatorias para la recluta de tropa y marinería profesional. Con el resultado de que el contingente en armas apenas alcanza a los dos tercios de las previsiones legales acordadas. Falta saber en detalle la proporción de aspirantes respecto al número de plazas convocadas para el ingreso en la Academia General Militar de Zaragoza, en la Academia Naval de Marín y en la Academia General del Aire de San Javier, pero los últimos datos disponibles señalan un notable decaimiento precisamente ahora, cuando la carrera de las armas se encuentra en una fase de mayor prestigio ganado de modo indiscutible en las misiones internacionales que vienen cumpliendo los ejércitos de España.
El caso es que más allá de los conceptos abstractos en los que tanto se ha innovado en los últimos años puede ser el momento de situar como primera preocupación el elemento humano del que se componen nuestros ejércitos tanto en la escala de tropa y marinería como en el cuerpo de oficiales. Es preciso cuidar entre quiénes se hace la recluta, cuáles son los niveles mínimos de exigencia establecidos y qué se les enseña. Por eso, también, la columna de Will Hutton en The Observer, tras visitar la Academia de Sandhurst donde se forman los oficiales británicos, permite advertir el porqué de las diferencias de comportamiento respecto a los norteamericanos en Irak. Continuará.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.