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"Ahora sólo queda encontrar a los muertos"

El número de víctimas por las riadas en República Dominicana y Haití supera las 3.000

Faltaban 15 minutos para las nueve de la mañana del sábado cuando el bombero Jesús Velasco y el médico José Luis Sevillano bajaban por la calle que conduce a los barrios de La 40, El Tanque y Batey Bombita. Acompañados del coronel Cabral, del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, caminaban hacia la parroquia San José, en la localidad de Jimaní. Habían llegado el viernes desde España, cuatro días después de que la riada arrasara los tres barrios de ese deprimido poblado de República Dominicana.

"Hemos visto que, en principio, hay esfuerzos y medios para salir adelante. Pero la cantidad de ayuda que ha llegado es difícil de coordinar", dice Velasco, de Bomberos Sin Fronteras. Básicamente, las labores del equipo de bomberos y personal sanitario que llegó desde Madrid consisten en higienizar el agua e instalar un centro para combatir los parásitos. "Vamos a instalar una planta potabilizadora de agua que procesa 4.000 litros por hora". Velasco y Sevillano esperaban los equipos que traían sus otros cinco compañeros. En la casa del vicario, el padre Fernando Peña, varias personas esperan por "algo". La ayuda para los damnificados sigue llegando tan masivamente que las autoridades no encuentran una manera ordenada de distribuirla. Unos han recibido algunas ropas y alimentos; otros, nada. "A mí me sacó un haitiano de mi casa. Me salvó la vida", vocea desesperada Socorro Pérez, una anciana de 75 años que se queja de dolores por todo el cuerpo. "Voy a ir para Higüey", la ciudad del este de República Dominicana en cuya basílica descansa la imagen de la Virgen de La Altagracia, madre espiritual del pueblo dominicano. "A mí todavía no me han dado ni un plato de comida", se queja Pérez. El sacerdote la calma y le promete ir a su casa con una bolsa de comida esa misma tarde.

El paisaje es desolador y, cinco días después de las inundaciones, todavía huele a muerto

El padre, un hombre delgado y bajito, ha sido uno de los que más ha trabajado desde que el río se metió en el pueblo en la madrugada del pasado lunes para causar la mayor tragedia ocurrida en la isla La Española en los últimos años. Velasco, jefe del equipo voluntario español de ayuda, sentado en un sencillo sofá de la casa parroquial, reflexiona en voz alta. "El rescate de supervivientes está totalmente descartado. Ahora sólo queda seguir encontrando muertos y sepultarlos".

El sacerdote recuerda momentos dramáticos que ha vivido en esta tragedia. El pasado lunes, en las afueras del poblado, del otro lado del río, habían quedado aislados cinco hombres. "Dos eran dominicanos y los otros tres haitianos. Nadie se atrevía a ir a buscarlos, así que pedí la soga y me lancé". Cuenta cómo, a base de saltos y de dejarse llevar por la corriente, logró atravesar en diagonal. "Tengo un poco de experiencia en el cruce de ríos y sé que no hay que hacerlo de manera horizontal". Consiguió llegar al otro lado y, junto a tres hombres más que se animaron a imitarlo, logró rescatar con vida a las cinco personas.

Velasco y Sevillano tienen que recorrer el pueblo para decidir el lugar en el que instalar la planta potabilizadora. El paisaje es desolador y, cinco días después de la riada, todavía huele a muerto. En la zona del cementerio el olor es tan intenso que llega a provocar náuseas.

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Por uno de los caminos de entrada a Jimaní avanzan vehículos de todo tipo. Vienen de otras localidades de República Dominicana. "La Romana con Jimaní", se lee en una cartulina que lleva un autobús. Traen la muestra de una solidaridad que ya sobrepasa la capacidad de las autoridades para recibirla. En el almacén de acopio no permiten la entrada de más camiones. Por eso, muchos deciden repartir en la calle lo que han llevado: vestidos, agua, plátanos, colchones... La gente se agolpa. Empujones, peleas, gritos... Desesperación por hacerse con algo para vestirse, alimentarse o dormir.

"La principal ayuda que hace falta ahora es la psicológica", dice el médico español. Ésa es una de las preocupaciones del sacerdote. La otra tiene que ver con el futuro inmediato. "Ha llegado mucha ayuda, pero no necesitamos más productos. Lo que hace falta es dinero, porque dentro de tres o cuatro semanas nadie se acordará de nosotros y necesitaremos comprar lo que ahora nos donan, y materiales para rehacer el pueblo", dice.

De momento, los muertos en Jimaní son 388. Con los desaparecidos, 317, el balance final de víctimas ascendería a 705. Son muchos, pero menos de los que se están contando en pueblos del sureste de Haití a los que todavía se hace difícil el acceso. Según los últimos datos, 1.400 personas han perdido la vida y 1.500 han desaparecido en el país vecino.

<i>Marines</i> estadounidenses y residentes locales descargan ayuda humanitaria en Mapou, 50 kilómetros al sureste de Puerto Príncipe (Haití).
Marines estadounidenses y residentes locales descargan ayuda humanitaria en Mapou, 50 kilómetros al sureste de Puerto Príncipe (Haití).AP

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