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Reportaje:

Slim marca su último gol en Brasil

El empresario mexicano aumenta su imperio al invertir 400 millones de dólares en Embratel

Juan Jesús Aznárez

El desembarco de Teléfonos de México (Telmex) en la Empresa Brasileña de Telecomunicaciones (Embratel), con una inversión de 400 millones de dólares, ha sido la última gran operación de Carlos Slim, constructor de un imperio que emplea a más de 200.000 personas y supone el 40% de la capitalización total de la Bolsa de México.

Financió al PRI, que estuvo en el poder siete decenios, pero también apoyó al conservador PAN, que gobierna desde 2000
Los diversos negocios del empresario aportan anualmente al fisco mexicano más de 5.000 millones de dólares

Este capitán de empresas continúa el trabajo de una dinastía libanesa católica que llegó a México hace un siglo, huyendo del yugo otomano, y arrancó en el mundo de los negocios con la mercería y juguetería La Estrella de Oriente. El magnate más poderoso de América Latina, de 64 años, cuyo patrimonio la revista Forbes calcula en cerca de 13.000 millones de dólares, dice que su principal trabajo consiste en "pensar". Sus hijos deberán hacerlo a fondo para emular el legado que ha dejado su progenitor.

Comprar barato empresas con problemas, sanearlas y ponerlas a producir fue una de las fórmulas de un hombre astuto, alejado de los fastos y de las frivolidades y convertido en uno de los principales actores de la vida pública en México. Casi desconocido apenas hace 20 años, apasionado del béisbol, es consciente de que "al final nos vamos sin nada, sólo dejamos nuestras obras, familias amigos y, quizá, la influencia por las ideas que en ellos hayamos dejado".

Pero Carlos Slim no se ha ido. Sus negocios, que incluyen asuntos tan diversos como restaurantes, tiendas, teléfonos, banca, construcción o investigación informática, aportan anualmente al fisco más de 5.000 millones de dólares. La valoración de Telmex en el mercado fue calculada en torno a los 20.000 millones de dólares. Trabaja, según su propia confesión, por "responsabilidad social y empresarial" y también trabaja por necesidad emocional.

Los buques insignia

Desde que en la década de los sesenta fundara Inversora Bursátil, y en los ochenta aprovechara el boom del mercado de valores, pero especialmente tras el control de Telmex, en diciembre de 1990, los buques insignia del emporio, los grupos Carso, Telmex e Inbursa, han desarrollado una musculatura capaz de competir con las grandes multinacionales. Con su oferta sobre Embratel, el rey Midas mexicano parece haber aplicado la filosofía de Benjamín Graham: "Un empresario busca asesoría profesional en varias facetas de su negocio, pero jamás espera que le digan cómo conseguir beneficios". Los anticipó en Brasil, en Argentina, Chile, Colombia, América Central y cada vez más en Estados Unidos, y fue a por ellos. Lo ha hecho durante decenios, convencido de que un negocio, más que barato o caro, es bueno o malo.

"En América Latina hay montones de vendedores y muy pocos compradores y eso le permite a Slim hacer lo que mejor hace: comprar activos baratos", señala Whitney Johnson, de Merrill Lynch. "Cualquier inversor en telecomunicaciones puede encontrar mejores oportunidades (fuera de Estados Unidos), y en el caso de Slim, es su patio de atrás".

El olfato del empresario, ingeniero civil, padre de seis hijos, que le han dado nueve nietos, es, en buena medida, herencia de su padre, el patriarca Julián Slim Haddad. Todavía niño, escuchaba sus reflexiones sobre la disciplina y el mundo de los negocios entonces, "vender mucho y a bajo precio", y retuvo la mayoría: disponer de efectivo para aprovechar las oportunidades; una de ellas, a los 15 años ya tenía 44 acciones de Banamex (Banco Nacional de México).

"A finales de 1952, cuando yo tenía 12 años, y con el fin de administrar nuestros ingresos y egresos", recordó a José Martínez, autor de Carlos Slim. Retrato inédito, "mi papá nos estableció (a todos los hermanos) la obligación de llevar una libreta de ahorros que revisaba con nosotros cada semana. Siguiendo esta regla, llevé mis balances personales varios años". Durante décadas anotó ideas, números y estrategias, bien fuera en cuadernos de notas, bien en la cabeza, o las encargó a su equipo asesor.

Uno de los rumbos de su orientación inversora, que ha estado dirigida fundamentalmente hacia los sectores más dinámicos a mediano y largo plazo, es éste: "Tratamos de mantener flexibilidad y rapidez en las decisiones".

Algunos negocios los cazó al vuelo, y otros obligaron a profundos y cautelosos análisis. Casi siempre ganador, no sin pinchazos, recibió en el año 1999 un terrible golpe: la muerte de su esposa, Soumaya Domit, quien ideó cinco años antes el Museo Soumaya, con más de 1.200 piezas, entre ellas la colección privada más importante del mundo del escultor Auguste Rodin. Hoy lo dirige su hija Soumaya, que es historiadora del arte.

Pervivencia de la saga

Todo lo está haciendo Slim para que la filosofía de la saga y su obra pervivan por generaciones. La familia, sus yernos, sus íntimos y un ejército de abogados y economistas amplían un emporio que, durante muchos años, dirigió hasta sus últimos detalles. En las decisiones estratégicas y dudas tiene la última palabra. Una operación de corazón, en octubre de 1997, determinó un cambio de ritmo y la delegación de algunas de sus funciones.

Sus hijos Carlos, presidente del consejo de administración de Telmex; Patricio y Marco Antonio, y sus yernos, Arturo Elías Jaime y Daniel Hajj, dirigen una diversificada constelación empresarial. Al igual que su padre, estudiaron en universidades mexicanas, y evitan los reflectores, que, sin embargo, encandilan a otros representantes de la aristocracia nacional.

Buena parte de su vida ha tratado con políticos, casi imprescindible en América Latina, pero el día en que Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), era detenido como presunto autor intelectual del asesinato del dirigente de ese movimiento José Francisco Ruiz Massieu, el empresario confió a la periodista Rossana Fuentes el consejo dado a sus hijos: "Por eso les digo que hay que mantenerse lejos de los políticos".

Pero éstos suelen rondar a los empresarios o viceversa, y Carlos Slim mantuvo con ellos una prudente cercanía. Financió campañas del PRI, régimen que estuvo en el poder durante siete decenios, pero también apoyó al conservador Partido Acción Nacional (PAN), que gobierna desde diciembre del año 2000. Igualmente frecuenta ámbitos de la izquierda. No hay amigo, o enemigo, pequeño. "No pertenezco a ningún partido político. Doy dinero a cualquier candidato que me lo pide porque apoyo incondicionalmente el proceso democrático", declaró en una ocasión a la revista Newsweek.

Batallas empresariales

Inmerso frecuentemente en duras batallas empresariales, admirado, envidiado, temido o cortejado, fue también blanco de ataques. José Martínez señala en su libro que Carlos Slim ha sido muy activo contra las imputaciones de quienes atribuyen una parte de su imperio a la especulación o al clientelismo político; también, contra las suspicacias de aquellos que encuentran en su alianza con el alcalde de México, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, para renovar el Centro Histórico de la capital federal, donde creció, una gran operación inmobiliaria o incluso política. El regidor es presidenciable y figura en primer lugar en las encuestas de popularidad previas a las elecciones generales del año 2006.

Nacionalista en su discurso, la carta que Benito Juárez dirigió a Matías Romero, el 26 de enero de 1985, figura, enmarcada, en su mesa de trabajo. "Que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar ese atentado, entregando voluntariamente lo que se nos exige por la fuerza", escribió aquel presidente.

Carlos Slim no parece hombre de ceder a empujones, ni comulgó con los compatriotas convencidos de que los mexicanos no podían hacer grandes negocios en México. En junio del año 2001, habló de los "nacionalifóbicos", y a partir de entonces, sus pronunciamientos sobre la marcha de la economía mexicana y un cambio de esquemas han sido bastante frecuentes porque, según reitera, la derrota del subdesarrollo beneficiará a todos.

Desde la aplicación del modelo de desarrollo económico impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI), suele recordar el empresario, México ha atravesado dos décadas sin haber registrado crecimiento per cápita. "Debemos integrarnos para combatir la pobreza. Es hora de pasar de un modelo dedicado a la estabilización a un modelo de desarrollo y de generación de empleo y crecimiento".

La polémica sombra de Salinas de Gortari

Martínez señala en su libro que "la sombra que más ha asediado" a Slim "es la relación que mantuvo con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), aunque su cercanía con el poder lo ha llevado a tener contactos con todos los presidente en las dos últimas décadas". De hecho, debió explicarse a fondo cuando, al frente de un consorcio en el que participaban Bell International Holding Co. y France Cable & Radio, ganó la joya de la corona, el monopolio Telmex, privatizado en una licitación organizada por Salinas de Gortari. La oferta de Carso fue de 1.757 millones de dólares y las inversiones posteriores, cuantiosas. Al asumir el control, la anticuada estatal contaba 5.335.000 líneas, contra más de 21 millones ahora.

La oposición impugnó el resultado de aquella polémica subasta, y aunque se le acusó de ser un testaferro de Salinas, para quien se pidió juicio político, ningún juzgado objetó la validez de la venta. Fueron desestimadas las supuestas pruebas de opacidad o irregularidades. Slim siempre negó haber sido favorecido por el ex presidente e insistió en que sus competidores lo fueron en igualdad de condiciones. "¿Y para qué iba a ser prestanombres y manejarle su dinero a un político? No lo he hecho nunca, ni con mis hermanos, nunca", repetiría diez años después.

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