Penúltimo esfuerzo restaurador
El coro y el atrio de San Francisco el Grande culminan la recuperación artística del principal templo madrileño
Ya sólo queda un penúltimo esfuerzo para que Madrid recupere, restaurado al completo, el templo con más entidad artística de la ciudad y uno de los más importantes del neoclásico europeo. Se trata de la basílica de San Francisco el Grande, edificada entre 1761 y 1768, albergue de obras maestras de pintores de la talla de Zurbarán, Alonso Cano y Goya. Emprende desde ahora y hasta el próximo diciembre la restauración de su espléndido coro, pintado y ornamentado por algunos de los principales artistas del siglo XIX, tales como Carlos de Ribera, Casto Plasencia y José Marcelo Contreras.
El presupuesto asignado a esta enjundiosa obra es de 408.988 euros, y la ejecución del proyecto, ideado por uno de los restauradores de mayor veteranía del Instituto del Patrimonio Histórico Español, Antonio Sánchez-Barriga, ha sido encomendada por la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, tras el correspondiente concurso, a la empresa Tekne. Once de sus profesionales -en su mayor parte mujeres- operan ya sobre un andamiaje de 10 alturas allí desplegado, bajo el cual se encuentra protegido por una envoltura plástica un soberbio órgano Cavaillé Coll, construido en madera de roble en 1884.
Hasta ayer mismo, esta zona posterior del recinto religioso madrileño se hallaba en un estado deplorable. Así, sus pinturas al óleo sobre yeso sufrieron graves daños por la humedad, filtrada durante décadas a través de unas cubiertas de cinc emplomado, en extremo porosas, afortunadamente hoy ya reparadas.
La furia silenciosa de la erosión se cebó tanto con el Entierro de san Francisco de Asís -motivo que ilustra la ornamentación del coro- que buena parte de su base se ha desprendido. Sobre la superficie faltante queda la mueca de una caliza crudamente descarnada de la policromía de carmines y grises perla que, en su día, iluminó esta escena, que abarca una altura de 18,5 metros.
La restauración se atendrá a un proceso que acaba de arrancar con el andamiado del coro: para erigirlo ha debido ser sorteada la curvatura del muro que soporta la fachada en chaflán de esta basílica neoclásica. Su planta elipsoidal se abre a siete capillas laterales y se ve coronada por una cúpula de 33 metros de diámetro y 72 metros de elevación, la cuarta de Europa por su altura; se halla dividida en ocho gajos ilustrados con motivos angélicos, bíblicos e hispánicos, hoy ya bellamente restaurados.
Al reciente andamiado -explica Antonio Sánchez-Barriga- seguirá la fijación de toda la pintura que se ha ido desprendiendo, para proseguir con la sustitución del yeso contaminado por sales corrosivas arrastradas por el agua procedente de las filtraciones y que acabaron por fragmentar y desdibujar buena parte de las trazas de las pinturas. El programa de recuperación incluirá, además, la limpieza de las capas pictóricas y la reintegración de superficies faltantes. También será recobrada y puesta en valor la escalera de acceso al coro, hoy convertida en una especie de polvoriento desván y donde se hallaba, entre otras joyas, un espléndido lienzo de Francisco Bayeu, La Porcíuncula, que Sánchez-Barriga ya ha restaurado.
Esta actuación se completará con la restauración del atrio que da entrada a la basílica, a punto de finalizar, y que contiene uno de los conjuntos de puertas de madera de nogal tallada más bellos de España. Los arquitectos Javier e Ignacio Feduchi Benlliure, con los aparejadores Fernando y Luis Pahissa, ejecutan esta obra presupuestada en 293.000 euros y en cuyo desarrollo, que comprende un nuevo enlosado de su solar pétreo, han sido hallados numerosos restos humanos. Este atrio y sus inmediaciones fueron escenario, en 1834, de una matanza de 43 frailes franciscanos, a los que se acusó de haber envenenado las aguas de una fuentecilla cercana. Sobre ésta la leyenda asegura que Francisco de Asís edificó un cenobio en 1214.
La culminación del programa restaurador queda pendiente de la rehabilitación de la zona abovedada que corona el presbiterio, la parte superior del altar mayor. Esta actuación se encuentra a la espera de un diseño específico para el andamiado desde el que será aplicada, habida cuenta de las torsiones que el acceso a su remate exige.
La iglesia de rito cristiano católico de San Francisco el Grande, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, fue obra de fray Francisco Cabezas. Aunque avalado por el gran arquitecto madrileño Ventura Rodríguez, el fraile sufrió duras impugnaciones de otros colegas de la época, anhelantes de hacerse con esta obra, alentada por Carlos III y encomendada a la Obra Pía. Es ésta una institución medieval, que data de 1342 y que tenía por cometido la custodia hispana de los Santos Lugares de Jerusalén, asignada a la orden franciscana y cuya iconografía tachona cada rincón del fastuoso templo. Hoy depende del Ministerio de Asuntos Exteriores.
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