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Columna
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Toro Bravo

Miquel Alberola

La imagen de Gerardo Camps, José Joaquín Ripoll, Julio de España y otros hombres de no menos peso subidos al Toro Bravo de Terra Mítica es prácticamente un diagnóstico del intenso momento de descomposición política que vive el PP. Es cierto que tiene un poso intertextual de Fraga en Palomares, de Serafín Castellano tomando agua de la red pública alcoyana en los días de temporada alta de legionela, de Arias Cañete comiendo bistec mientras las vacas locas se morían en los establos, incluso de Bush con un pavo de plástico en el avispero de Irak. Hay una voluntad de conjuro explícito y legítimo para alejar la adversidad que se ciñe sobre ese espacio con su presencia, pero aún así ésa es la estampa más patética que ha ofrecido el PP desde 1995 porque la impostura representada es tan hilarante como indisimulable. Las dos orillas del PP valenciano están tan abiertas que ya no se están peleando por el control del Consell y las acciones de gobierno, sino por los sueldos que proporcionará el partido en la oposición, un asunto en el que la actual ejecutiva del PSPV podría suministrar bibliografía abundante. En esa desesperación hay una huida metafísica que transcurre desde Terra Mítica hasta la Esfera Armilar, que es una salida con algo de homenaje a los últimos días de Ruiz Mateos en Rumasa, pero en la que las aguas del Mar Rojo se van a cerrar antes de que el convoy lo haya cruzado. Para constatarlo, sólo hay que fijarse en Cristóbal Aguado, el presidente de AVA, quien después de haberse dejado instrumentalizar profusamente por el PP en todas las romerías y procesiones en defensa del trasvase del Ebro, ha desmarcado a su organización del acto de hoy en el hotel Meliá Castilla de Madrid, que es el primero del PP a la intemperie del Estado. Ya no quiere ir a bordo de ese Toro Bravo desbocado. Y antes de que descarrile van a saltar muchos más porque esa película ya la hemos visto. Sin el socorrido pretexto agrícola, que con todas las subvenciones ahora administradas por el PSOE, representa menos del 3% del PIB valenciano, la exigencia del trasvase muestra su verdadero rostro, que es instrumental y de portland. Pero sobre todo, a lomos de ese toro, de inminente tragedia solar.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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