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Tribuna:FÓRUM DE BARCELONA | Opinión
Tribuna
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El Fórum de los libros

Jordi Llovet ha dedicado un artículo, aparecido en el Quadern de EL PAÍS del pasado jueves, a la lista de libros que "colaboran en la complementariedad letrada" del Fórum. Quiero manifestarle mi más sincero agradecimiento: no es frecuente, en un tiempo en que abunda la indiferencia hacia este tipo de asuntos, que alguien con la capacidad de análisis del profesor Llovet se tome las molestias de comentar un listado de libros sin otro cometido que colaborar en la promoción del debate cultural. Sin embargo, también deseo hacer algunas puntualizaciones acerca de los criterios de selección. Nuestra aspiración era lograr no la lista de los libros del Fórum, sino un foro de libros en el que pensadores y ensayistas de todas las épocas crearan un marco de diálogo sobre los temas centrales del evento y permitieran reseguir el proceso mediante el cual esos temas se habían convertido en dominantes. Huelga decir que un foro es un espacio abierto donde debe caber todo. El Fórum ha de ser capaz de dialogar con su sombra, pues de otro modo no sería tal, sino una agrupación de dialogantes en perfecta sintonía y muy satisfechos de haberse conocido.

Así, la Biblioteca Selecta quiso evitar convertirse en un apéndice más del pensamiento monista. Al hacer la lista de marras nos movió un afán polémico, por eso recurrimos a pensadores bien alejados, ya no de las tesis de Porto Alegre, sino incluso de los moderados objetivos del Fórum, como Montaigne, Hayek o Huntington, y los colocamos junto a otros radicalmente opuestos, como Jean Ziegler, Vandana Shiva o Ignacio Ramonet. Hicimos elecciones arriesgadas: dejamos fuera a Platón e incluimos a Aristóteles; olvidamos a Keynes, pero nos acordamos de Galbraith; dejamos asomar al malvado Maquiavelo de El Príncipe, tan alejado del Fórum, y dejamos en el tintero al republicano y cosmopolita Maquiavelo de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Etcétera. Pero también hay que agradecer al profesor Llovet su capacidad de poner el dedo en la llaga: sin lugar a dudas, Tocqueville, Darwin y Debord son, por diferentes motivos, elecciones que lindan la provocación... El reaccionario Tocqueville presenta las excelencias del gobierno popular al tiempo que nos pone en guardia ante peligros de la democracia, tales como la tiranía de las mayorías o la preponderancia del Estado en detrimento de la sociedad civil. Por lo que respecta a Darwin, a pesar de que la teoría de la evolución haya dado origen al darwinismo social, es imposible olvidar el gran debate intelectual que propició y su importancia para el desarrollo de la genética y la biología. Sucede simplemente que Darwin tuvo mala suerte, pues como César encontró el traidor en su propia familia (su primo Galton desarrolló las teorías de la eugenesia). Darwin es un claro ejemplo de los desastres a que puede dar lugar extrapolar a la ética las teorías científicas. Con el tercero de los libros extramuros (es decir, más allá de los supuestos presupuestos del Fórum) citados, el de Debord, el profesor Llovet manifiesta una franca coincidencia. Estamos de acuerdo en que su presencia "es un acierto", pues el situacionista francés no hubiese sido indiferente a la espectacularidad del Fórum, y le hubiese parecido revelador que hace pocos días el propio alcalde, presidente del Fórum, reconociese públicamente -si bien en un programa más bien festivo- ser "un profesional del espectáculo", pero consideramos que la inclusión del libro es un acierto justamente a pesar de que -o tal vez a causa de que- no cuadra con los ideales del Fórum.

En Retóricas de la intransigencia, Albert Hirschman señala que el pensamiento conservador ha descalificado siempre los avances sociales -democracia incluida- recurriendo a tres argumentos: perversidad, futilidad o riesgo. Pues bien, se nos antoja que muchas de las críticas que se hacen al Fórum tienen por modelo esta matriz: el Fórum puede ser inútil: ¿el etnocentrismo o la guerra pueden solucionarse haciendo dialogar a una serie de intelectuales integrantes del stablishment?, ¿se mitiga la discriminación cultural haciendo pasear a la gente por un lugar de arquitectura gélida mientras cómicos minoritarios tratan de divertirlos con ininteligibles espectáculos? También puede ser perverso: ¿su fachada progresista no esconde, acaso, una operación inmobiliaria o la publicidad de marcas comprometidas con la industria armamentista? Y finalmente, también tiene riesgos: ¿no desvía la atención de la ciudadanía de lo que proponen los foros antiglobalización, como Davos o Porto Alegre?, ¿facilita el derroche de dinero público en detrimento de políticas redistributivas y convierte la cultura en un espectáculo de pago? Es probable que estos argumentos sean tan intransigentes como los que Hirschman descubre en el pensamiento conservador. ¿Tan seguros estamos de la vana espectacularidad del Fórum? ¿Es desdeñable que el gran público asista, aunque sea pagando, a conferencias sobre temas de gran interés? ¿No merece la pena centrar la atención mediática en la paz, la identidad cultural o el desarrollo sostenible? No es justo no reparar en esto, ni acertado no advertir que la política es "el arte de lo posible". La complejidad de nuestro mundo es tal que sólo podemos resolverla con lo que en política pública se denomina el incrementalismo estratégico: el compromiso de lograr pequeñas cosas sin correr excesivos riesgos. Dejemos, pues, el exceso de escepticismo, el desencanto y la apatía para Montaigne, para Tocqueville, para Lampedusa, que nunca pueden ser las virtudes para una convivencia verdaderamente democrática; juzguemos el Fórum sin prejuzgar y no saquemos prematuramente del foro a libros que, por dar el contrapunto, hacen posible el diálogo.

Eduard Gonzalo es coordinador de la Biblioteca Selecta Fórum 2004.

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