Aprendizaje del anonimato

Alguna vez se ha referido José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1950) a su labor de antólogo de sus propios versos: un ejercicio de depuración que habría de conducirlo por un atajo al anonimato definitivo. En 2001 dio a las prensas Al doblar la esquina, cuya entidad impide que pueda seguir ignorándose a su autor en cuanto poeta, a pesar de que reúne dos condiciones negativas para ser percibido como tal: su labor como crítico de poesía y su voluntad de ofrecer como propios ecos de otros poetas, pasando por las estaciones de una lírica modesta de asuntos y de afanes, cuyo destino es irse desmaterializando antes de desleírse en el olvido. No por azar su anterior recopilación se titulaba Material perecedero (1998). La que ahora nos presenta toma el título, Mudanza, del último libro que incluye, publicado aquí por vez primera. Desde 1972 ha recorrido el autor un camino en el que se repiten algunos motivos que engarzan su diversidad vital y creativa. Una de esas recurrencias se refiere a la monotonía como ideal. Pero hay también apelaciones al misterio, en composiciones que desmienten su habitual transparencia, y no por una retórica compleja, sino por la oscuridad de los signos con que nos asalta la realidad. En diversos poemas acude García Martín a la enumeración borgeana de frases yuxtapuestas, con cuyos sillares sin argamasa se erige la fábrica del mundo, siempre demasiado enigmático: "Cifras, fragmentos, claves que no sé descifrar. / Algo quiere decirme un ser que está escondido. / Quizá busca advertirme de un próximo desastre. / Acaso pide ayuda, tal vez se siente solo". Es notable la apropiación de una cultura que no suplanta la confesionalidad de los versos, ni está tampoco ahí para enjoyarlos o enriquecerlos, sino que sirve de pauta para la reflexión a través de monólogos dramáticos de grandes hombres (Azaña), personajes que cambiaron el curso de la historia (Cristo), y seres grises que tuvieron un momento de luz: así ese escritor "anónimo, discreto, provinciano" con el que quisiera García Martín confundirse, según corresponde a quien posee, pobre de él, un "alma multiforme y ubicua" para vivir muchas vidas.