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Crítica:PIANO | J. Perianes
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Perfección y fantasía

Buen ambiente, buen público, excelente pianista, interesante programa y hasta dignas de elogio las notas al programa, del profesor Manuel Carra. Todo se reunió en el segundo concierto del breve ciclo pianístico organizado por la Fundación March. Estuvo a cargo de un intérprete joven y en constante alza: Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978), artista puro, hondo, transparente y humanidad arrolladora.

En la primera parte de su actuación, Perianes nos ofreció dos páginas del maestro Manuel Castillo (Sevilla, 1930): la temprana y deliciosa Sonatina, de 1949, y el hermoso Nocturno en Sanlúcar, 1987. Con todo y ser los pentagramas de Castillo un ejemplo de intimismo, lo son mucho más los cuadernos de Música callada, de nuestro Federico el Grande, esto es, Mompou. La mística del sonido, la ensoñación poética de la distancia, alcanzan en la Música callada dimensiones trascendentes. Otras dos páginas, esta vez superbrillantes, cerraron el primer grupo de "propuestas": Alborada en Aurinx, escrita en 1999 por Montsalvatge para la ciudad de Jaén, y la Chacona, de Sofía Gubaidulina, tan bien armada como inserta en ciertas tradiciones musicales de Rusia.

Ciclos de la Fundación March

J. Perianes, pianista. Obras de Castillo, Mompou, Montsalvatge, Gubaidulina, Debussy y Falla. Auditorio de la Fundación March. Madrid, 26 de mayo.

La segunda parte circuló por el mundo musical de la magia en dos autores más de una vez conectados: Debussy y Falla. Don Manuel, que veía en la Serenata interrumpida, una de las muestras de una España verídica aunque no sea auténtica, profundizó con imaginación en la Andalucía jonda y la llana de su Fantasía Baética, creada para Rubinstein, finalizada el 28 de enero de 1919 y estrenada un año después por el pianista polaco en Nueva York. Obra genial, difícil e importante.

Tal programa exige mucho, pero el arte limpio, expresivo, amoroso, de bien sonar y bien cantar de Javier Perianes, nos reveló su talante de músico grande y tocado por la gracia. Así, el público no cesó en su acogida calurosa, correspondida con una propina feliz: un pequeño nocturno del madrileño José Zárate (1972).

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