El pundonor, el arrojo, la raza...
Quizá Serafín Marín no posea el tarro de las esencias del arte, pero tiene toda la pinta de convertirse en un torero. Nada más y nada menos. No es un exquisito con los engaños ni su toreo es de pellizco, pero emociona, arrebata y convence. Y triunfa de manera incontestable, sin trampa ni cartón.
Serafín Marín es la entrega, el pundonor, el arrojo, la raza... Se ve, se nota, se palpa y emociona a toda la plaza porque se coloca muy cerca de los toros, sus tandas son muy ceñidas, y los pases, hondos y verdaderos.
No es torero de espejo ni de posturas afectadas y ridículas. Es torero de verticalidad, de zapatillas hundidas en la arena y de mucho valor. Su estilo es, necesariamente, cálido y emocionado.
Del Cuvillo / Esplá, Finito, Marín
Toros de Núñez del Cuvillo -el 4º, devuelto por inválido-, correctamente presentados, inválidos y nobles; el sobrero, de Los Recitales, mal presentado y deslucido. Luis Francisco Esplá: pinchazo hondo y descabello (palmas); casi entera muy baja, un descabello y el toro se echa (silencio). Finito de Córdoba: estocada perpendicular (algunos pitos); dos pinchazos (pitos). Serafín Marín: estocada (oreja); tres pinchazos (ovación). Plaza de las Ventas, 25 de mayo. 13ª corrida de feria. Lleno.
Emocionantes fueron las tres verónicas ganando terreno con las que recibió a su primero, y qué pena que se conformara con tan poco. El toro se quedó crudo en el caballo y llegó al final con las fuerzas que tuvo de salida, limitadísimas. A pesar de ello, comenzó con unos ligados estatuarios y continuó con unos redondos hondos y templados que abrochó con un largo pase de pecho. El toro no dio más de sí. Se sucedieron, entonces, los medios pases y dos naturales aceptables. Le concedieron una oreja tras matar de una estocada de efectos fulminantes y, quizá, su faena no mereció tal trofeo. Pero lo mereció, sin duda, su disposición, su saber estar y su afición.
No pudo redondear su triunfo en el sexto, con el que estuvo animoso y decidido porque el toro era tan sumamente inválido que imposibilitó cualquier atisbo de faena. Pero así fueron todos, en mayor o menor grado, y sólo se devolvió uno, con gran sorpresa para todos y vergüenza para la autoridad. Al menos se pudo paladear la raza de Marín.
Finito de Córdoba es el reverso de la moneda. Da pena verlo andar por la plaza, sin alegría, derrotado, sin ánimo, sin nada que se le parezca al torero que hace unos años emocionó a tantos con un toreo de muchos quilates. Pero el tiempo no pasa en balde y las ilusiones se desvanecen y, lo que es peor, que los toros siguen teniendo cuatro años. Pues si no se está, no se viene. Es mejor la ausencia que la ridícula presencia. Muy indeciso estuvo en su primero que, por más señas, llegó con buen son a la muleta, pero Finito no fue capaz de enjaretar una tanda de pases aceptables. Se enfadó a mitad de faena y robó unos redondos que fueron jaleados. Pero no está, mira hacia aquí y allá, y cuando se enfada y se dispone a torear, el enfado se le pasa muy rápido. Con el quinto, muy protestado por el público, intentó justificarse, pero los tendidos se mofaron de sus buenas intenciones. La verdad es que el animal era un muerto en vida que no merecía el presunto interés del torero.
Y el que no tiene ni frío ni calor es Luis Francisco Esplá. Mantiene intacto su cartel, aquí se le quiere y se le respeta, y él, que conoce a su público que tanto le estima, pone todo de su parte para corresponder al afecto. Su labor fue, sin embargo, muy desigual. Banderilleó con escaso brillo a sus dos toros y sólo destacó en dos pares por los adentros. Nada hizo de interés por el capote, y sus faenas de muleta no fueron lucidas. Los toros no le ayudaron, pero su toreo resultó muy movido y destemplado. En su primero, una tanda aceptable de redondos, y en el cuarto, unos pases por alto sentado en el estribo. Y ahí acabó su historia. Resultó herido leve por su primer toro en la región axilar izquierda de cinco centímetros de extensión y de pronóstico leve.
Babelia
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