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HENRY | Mejor jugador de las Ligas extranjeras | FÚTBOL | Las estrellas de la temporada, según la encuesta anual de EL PAÍS

La vocación del gol

En la residencia de Thierry Henry, en Hampstead, uno de los enclaves más agradables y exclusivos del norte de Londres, las estanterías se están quedando pequeñas. No hay sitio para tanto trofeo. El delantero francés del Arsenal ha coleccionado en este curso múltiples galardones: sus colegas de profesión, los aficionados, la prensa y los organizadores de la Premier League le han agasajado con un puñado de premios que le reconocen como el mejor de la temporada inglesa.

Hay unanimidad en que Henry (Ulis, París; 1977) ha sido el agente desequilibrante de un Arsenal que ha conquistado su 13ª Liga y sin una sola derrota, hazaña inédita desde que la consiguiera el Preston North End en 1889. Pero, si los cañoneros han firmado unas estadísticas colectivas sobresalientes, las de Henry alcanzan la matrícula de honor. Ha sido el máximo goleador del campeonato, con 30 dianas -además, ha dado nueve pases de gol-, y sumado cinco más en la Liga de Campeones -su equipo fue eliminado por el Chelsea en los cuartos de final- y otras tres en la Copa inglesa. Con sus tantos en la Liga, el francés ha ganado la Bota de Oro por delante de Ailton, del Werder Bremen, que ha marcado 28 goles.

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De poquita cosa a número uno

Henry siempre tuvo gol, pero ahora lo tiene en cantidades industriales. Los números de su quinta campaña londinense completan un recuento demoledor. Desde 1999 ha conseguido 150 goles en 251 partidos con el Arsenal y ya es el tercer mejor artillero en la historia del club, superado sólo por Cliff Bastin, que logró 178 tantos en los años treinta bajo la dirección del mítico Herbert Chapman, y por Ian Wright, el penúltimo héroe moderno de Highbury, que brilló en los noventa con 185.

La flamante voracidad goleadora de Henry apunta ya a la Eurocopa con la selección francesa, que defenderá el título de campeona en 2000. El cuadro de Zidane se medirá precisamente al inglés en la primera fase y el que fuera reputado goleador Lineker, ex barcelonista no oculta sus temores: "Henry es dos veces el jugador que yo fui. Hace que todo parezca fácil. Me preocupa cómo va Inglaterra a detenerle".

El también francés Arsène Wenger, entrenador del Arsenal, no se atreve a fijar un techo en la progresión de las versátiles condiciones de su mejor purasangre: "Aquí seguimos hablando de otra leyenda del Arsenal, Bastin. Con Henry pasará lo mismo. La gente seguirá hablando de él dentro de cien años. No creo que haya alcanzado su máximo potencial. Su mayor desafío lo tiene consigo mismo para ofrecer todo lo que lleva dentro, pero ya no tendrá que probar nunca más que es un grandísimo futbolista". Habla con legítimo conocimiento de causa: le hizo debutar en el Mónaco con 17 años. Después, en 1999, le rescató del Juventus para llevárselo a Londres cuando amenazaba con ahogarse en el fango táctico del calcio. Y ahora ha logrado completar su mutación: de ser un veloz jugador complementario que trabajaba por los costados del campo, como cuando ganó el Mundial 98 con Francia, ha pasado a asumir un papel protagonista, el de un delantero implacable que combina la fastuosa velocidad de su elástica figura con un gran nivel técnico y un amplio repertorio de recursos para desmarcarse, desbordar y rematar. Son condiciones mayúsculas, sazonadas con un notable alza en el conocimiento de la ciencia del gol y una estética armonía de movimientos.

De eso habla el célebre escritor Nick Hornby, ferviente hincha del Arsenal, que comprende como nadie qué tipo de pasiones acaban convirtiendo a un jugador en el icono de un club histórico: "Con Henry, es un privilegio tener un abono en Highbury. Él es capaz de hacer algo extraordinario en cada jugada: una carrera, una explosión de velocidad, un remate y, normalmente, un gol".

Henry canta un gol.
Henry canta un gol.REUTERS

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