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Tribuna:FÓRUM DE BARCELONA | Opinión
Tribuna
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Pim, pam, pum al Fórum

Tal vez en parte ya era de prever, pero me parece que a los hipercríticos con el Fórum Barcelona 2004 se les ha ido bastante la mano. No me refiero sólo ni fundamentalmente a quienes desde actitudes y posiciones ideológicas radicales cuestionan el Fórum en su globalidad al considerarlo un ejemplo paradigmático de un determinado sistema económico, político y social que impugnan por completo. Me refiero especialmente a quienes, desde el interior mismo de este sistema, incurren de nuevo en uno de los más característicos defectos de nuestra sociedad, cual es la práctica sistemàtica del juego del pim-pam-pum, nuestro auténtico deporte nacional.

Vaya por delante que, como es evidente, el Fórum puede y debe ser objeto de todo tipo de críticas, tanto porque su misma concepción inicial fue en exceso difusa, inconcreta y errática como sobre todo porque, de entonces para acá y con incesantes vaivenes durante estos últimos años, todavía ahora, con el Fórum ya en marcha, no se ha sabido acabar de explicar la auténtica magnitud, los ambiciosos objetivos, las características principales y la verdadera rentabilidad social de este gran evento, sin ningún precedente histórico.

De estas obvias carencias de comunicación, que nunca han sido paliadas, han nacido muchos frentes críticos con el Fórum, desde los que se argumenta con escaso fundamento que el evento sólo es una simple excusa para llevar a cabo una gigantesca operación de especulación inmobiliaria, cuando no ya una mera maniobra propagandística para adulterar, tergiversar o manipular unos principios y unas ideas que, en la opinión de muchos de estos críticos, están en abierta contradicción con los principios y las ideas que en la práctica defienden tanto las instituciones públicas que han puesto en marcha el Fórum como las empresas privadas que lo patrocinan.

A estas alturas, y con el Fórum funcionando ya desde el pasado día 9 de mayo, a juicio de gran número de ciudadanos siguen aún sin resolverse buen número de los interrogantes planteados. Más aún, después de unos primeros días con algunos problemas más o menos anecdóticos o menores -desde una asistencia inicial sin duda bastante inferior a la esperada, a causa de la lluvia y el mal tiempo, hasta las innecesarias polémicas sobre si se podía entrar y salir del recinto del Fórum en un mismo día, o sobre si se podía acceder al mismo con comida y bebida-, lo cierto es que ni siquiera los primeros éxitos más evidentes han puesto punto final a las críticas, alimentadas en gran parte desde formaciones políticas opositoras que, a pesar de seguir formando parte de los órganos directivos del propio Fórum, se empeñan en convertirlo en objeto de debate público.

Si recurriéramos a las hemerotecas podríamos comprobar cómo sucedió ya algo muy similar antes, durante e incluso después de la celebración, en 1992, de los Juegos Olímpicos de Barcelona. También entonces, en efecto, las críticas más acerbas e injustificadas se cebaron en aquel gran acontecimiento deportivo, que a 12 años vista prácticamente nadie puede atreverse a negar que constituyó uno de los hitos más decisivos en la reciente historia no sólo de la ciudad de Barcelona, sino de toda Cataluña, y en gran parte también de España entera.

Más allá de sus interesantes y nada convencionales exposiciones, de sus numerosos y muy sugestivos espectáculos de todo tipo, de sus sugerentes y muy diversas exhibiciones, y de sus muchos y muy atractivos diálogos y debates, el Fórum constituye en su conjunto algo que va mucho más allá de un mero parque temático, aunque sin duda su existencia estaría ya mucho más que justificada si sólo se tratase de un simple parque temático sobre los valores de la paz, el diálogo, la interculturalidad, la diversidad y la sostenibilidad.

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Con su carácter eminentemente inclusivo y no excluyente, con los brazos abiertos al mismo tiempo a Porto Alegre y a Davos, el Fórum apuesta por la modernidad de la globalización alternativa, que no niega una mundialización imparable aunque tampoco se resigna a aceptarla tal cual y la desea regulada al servicio de la mayoría.

Poco o nada importa todo esto para la inmensa mayoría de los críticos y opositores del Fórum, cuyos apriorismos les impiden ver que, junto a los indudables defectos de este evento, están también sus muchas virtualidades, sus innumerables potencialidades, que sin duda van mucho más allá de la profunda transformación urbanística de unos territorios hasta ahora muy deteriorados y marginados, y que trasciende incluso el terreno de la promoción de la imagen internacional de Barcelona no sólo en el sector turístico, sino también en el campo de lo cultural, económico y social.

El juego del pim-pam-pum se impone una vez más, ahora con el Fórum. Como hemos podido comprobar también recientemente con Ferran Adrià, que cuantos más elogios internacionales recibe al ser considerado el mejor cocinero del mundo, más críticas y ataques recibe desde aquí -tal vez porque al ser el nuestro un país muy pequeño, en el que todos nos conocemos quizá en exceso-, la envidia constituye un rasgo socialmente muy extendido.

Al parecer, poco o nada importa de dónde le lleguen a Ferran Adrià los más encendidos elogios, del mismo modo que parece que poco o nada importa también que el Fórum constituya una apuesta de futuro sin duda mucho más ambiciosa y atrevida que unos Juegos Olímpicos o que una Exposición Universal.

¿Tendremos que esperar a 2016, cuando hayan pasado también 12 años, para que sepamos comprender que el Fórum tendrá igualmente una muy importante rentabilidad social, y que puede llegar a convertirse incluso en el primero de una gran serie de acontecimientos internacionales en favor de la paz, el diálogo, la diversidad, la interculturalidad y la sostenibilidad?

Mientras tanto, no obstante, que siga el pim-pam-pum.

Jordi García-Soler es periodista.

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