Pesimismo positivo
Alguien me llama pesimista porque encuentro el ayer en los crímenes de guerra de hoy: no progresa lo que llamábamos progreso, que era el asentamiento de una moral humanista. El esfuerzo del XIX, del XX: se quedó en palabras de declaraciones de derechos, de cartas de independencia, respeto a la igualdad. Un hombre como yo, que no está viejo pero lo es, no se impresionó por las Torres Gemelas más que en el sentido del dolor humano: torres más altas han caído. Y aún mi madre me contaba de la esclavitud en Cuba, y ella y mi padre de los bombardeos de los zepelines sobre Londres. No, no soy pesimista si veo que el grupo de Bush, Rumsfeld, la chica Rice, el chico Powell, equivalen a los Hitler, Goebbels, Goering; y sí veo que los que matan iraquíes son los que elaboraron la Declaración de Independencia y las Naciones Unidas; y sí que los descendientes de los millones de asesinados en los campos alemanes asesinan ahora en los campos de palestinos. No se es pesimista por constatar que se tortura como se torturaba: es la vida la que es grave.
Hay, dice un informe de ayer, mil niños extranjeros pululando por las calles de Madrid en las que ahora luce el lila, el rosa y el amarillo que anuncian que esperamos que nazca uno solo capaz de heredar el título de Señor, de Alteza Real. ¡Vamos, vamos! Niños extranjeros en el desastre del idioma violado, cuando son parias, inmigrantes, supervivientes de pateras, nacidos sin cañonazos de júbilo. Los niños de la calle, como en Brasil -al cuerno Lula: ya está bien de juegos- o como en Honduras; como en las favelas, y los ranchitos, y al cuerno los ricos petroleros, los portavoces del capitalismo, que culpan en Venezuela a Chaves porque quiso redimir algo de aquella pobreza. Dicen que es poco culto. El pesimista, en el fondo, no es dañino: denuncia, advierte, y pasa noches de insomnio. El peligroso es el optimista como el Dr. Pangloss de Voltaire: "Todo va por lo mejor en el mejor de los mundos posibles", mientras la ciudad se derrumbaba. El burlón pesimista Voltaire ha hecho más para que las cosas fueran mejor para nosotros -los del núcleo europeo, los de la fe, católica, monárquica, imperial España- que la ONU. Y, en fin, si advertimos y contamos que los misiles americanos mataron a los iraquíes que celebraban una boda, aquí celebramos una boda de pompa y circunstancias protegiéndola con todas las fuerzas que tenemos: como si fuera, como dicen los carteles, histórica. Espero que no lo sea.
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