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Reportaje:

A 48 horas del Día B (de boda)

Los vecinos de Atocha y del palacio de Oriente asisten entre ilusionados y estupefactos a los preparativos del enlace

Antonio Jiménez Barca

La pregunta más extendida de los vecinos no es a qué hora empieza la boda o dónde colocarse en la calle para verlo todo mejor. No. La pregunta que mortifica a toda una legión de madrileños que viven en el epicentro de la boda que pasado mañana será transmitida a toda la Tierra es la siguiente: "¿Me puede decir qué hago con el coche?". Con los aparcamientos públicos cerrados el sábado y con muchas calles del centro no sólo clausuradas a la circulación sino con la prohibición expresa de aparcar en ellas, los residentes se preguntan si no será mejor emigrar toda la familia el día fatídico a la sierra y aguardar allí a que pase el cortejo y el follón.

Un ejemplo: los vecinos de la calle de Don Pedro, a 200 metros de la calle de Bailén, verán el sábado cómo ese día su calle quedará completamente aislada del resto de la ciudad. "Yo tengo que irme de viaje. Por la mañana. Y vuelvo a la hora de comer . Pero hasta las ocho de la tarde del sábado todo estará cortado. Mi familia y yo podemos ir andando. Pero ¿Qué hago con el coche? ¿Eh?", protesta un vecino. Otro residente de esta calle, José Luis Martínez, de 50 años, piensa llevar el coche a otra zona cercana no afectada. "Pero es zona de parquímetros, con lo que me veo cada hora cambiando el coche de sitio y pagando el ticket. Pregunté a un policía si pondrán multas y me dijeron que sí", explica.

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Para compensar, estos vecinos, junto con los del paseo del Prado, avenida de la Ciudad de Barcelona, Gran Vía y cercanías del Palacio de Oriente, es decir, por donde pasará el cortejo real, jamás han visto su entorno tan limpio. Hasta el último detalle. Por ejemplo: ayer, un pelotón de operarios se ocupaba de repintar con colores vivos los columpios de la avenida de la Ciudad de Barcelona.

"Y les hacía falta", exclamó una señora de unos 55 años. También han desaparecido de este barrio los graffitis que ilustraban los respaldos de los bancos del parquecillo próximo. De hecho, estos bancos, también repintados, lucen un marrón brillante de estreno propio de barrios recién inaugurados.

A pocos metros de los pintores de columpios, una pareja de jardineros plantaba arbustos y macizos de flores rosas y blancas. "Estamos haciendo horas extras", dicen. ¿Por que hay mucho trabajo? "Sí, pero además porque por la noche los vecinos roban lo que plantamos por el día", añaden. Cerca, en la Basílica de Atocha, el padre Llamas atiende a dos señoras que insisten en entrar a la basílica: "No se puede, señoras, que está cerrada". Aunque al final entraron. El fraile tiene su historia: "Yo estuve aquí hace 37 años, cuando trajeron al príncipe Felipe después del bautizo. Por cierto, que ha tardado 37 años en volver". En un letrero se informa de que el domingo habrá "misa (televisada)".

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"¿Pero no es el sábado cuando televisan la boda?", pregunta un curioso. "El sábado aquí no hay misa", responde el fraile. "Los novios vienen a entregar el ramo. Pero como están ya las cámaras, los de la televisión ya aprovechan y transmiten desde aquí para la misa televisada del domingo", añade.

Grandes grúas

En la acera del Paseo del Prado situada enfrente del Jardín Botánico trabajan dos operarios armados con sendos soplahojas (especie de lanzallamas que despide aire a presión en medio de un estruendo considerable para barrer papeles y hojas). En el bulevar del Paseo del Prado, otros empleados plantan lo que los ladrones florales se han llevado por la noche.

Frente al viaducto de la calle de Bailén, alguien ha puesto un cartel que informa de que alquila el ático por 400 euros. No es el único. En el barrio se ha desatado una auténtica burbuja inmobiliaria por un día. Hay quien dice que se pagan hasta 40.000 euros por un balcón frente a La Almudena. Cerca, el paso de cebra enclavado enfrente de La Almudena brilla con un azul intenso. Como el de las señales recién pintadas.

En bares, tiendas y restaurantes ya lo tienen todo preparado. Hoy será el último día que vengan proveedores. Las labores de carga y descarga no se volverán a llevar a cabo hasta el lunes. "En los bares de copas no nos afecta la boda mucho. El sábado vendrá mucha gente y abriremos para vender agua y servir cafés. Después, por la noche, ya todo será igual", dice el dueño de un pub. Mientras tanto, el barrio ha sido tomado por policías armados, por empleados de la limpieza, por corresponsales extranjeros que entrevistan a cualquier vecino que se pone a tiro y por turistas que abarrotan los alrededores del Palacio Real.

En la plaza de Ramales, tres mujeres pasean a su perro. Ninguna se siente molesta por la boda. Al contrario. Aunque una de ella recuerda el viejo problema: "Hombre, mi hijo no sabe qué hacer con el coche, ya que lo aparca en el subterráneo de la plaza de Oriente", dice una. Otra ya sabe dónde apostarse para ver el sábado la ceremonia y el cortejo: "En el sillón de mi casa, frente a la tele: es desde donde mejor se va a ver el barrio el sábado".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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