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Columna
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Calidades de víctima

Es arriesgado hablar en esta tierra del tema. Puede uno ser mal interpretado y abundar en el desconcierto. Es cierto que con los de aquí no ocurre, pero se está introduciendo en el lenguaje. Y esto tiene su peligro. Hoy leía en la prensa que "helicópteros israelíes matan a más de 17 palestinos en el campo de refugiados de Rafah". Lo hacían dentro de una operación del ejército israelí (construcción del corredor Filadelfia), que trata de impedir que entren armas desde Egipto en la zona de Gaza con las que realizar "atentados terroristas contra los civiles israelíes". Mientras tanto, más de dos mil palestinos civiles (el añadido y la cursiva son míos) vagan por Gaza con lo puesto y lo apiñado sobre el coche. Vagan en busca de un lugar donde pernoctar, en busca de un techo. Lo hacen porque inexorablemente sus casas van a ser demolidas ("estamos en estado de guerra", dicen desde Tel-Aviv). Palestinos, civiles israelíes, dos calidades de víctima. El palestino, cuya vida queda descalificada por ser potencialmente carne de inmolación asesina. Frente a él, el civil judío se acredita por su civilidad, por ser mujer, anciano o niño. Categorías de víctima y distinta valoración de la noticia. Toda la prensa profesional del lugar habla en estos términos (las citas son intencionadamente mixturas).

Cierto que las virtudes del humanismo y la civilidad comienzan a arraigar por aquí, ¡qué remedio!; que horroriza ver -o más bien, imaginar- las torturas a las que son sometidos algunos iraquíes; que esa jerarquía en el victimario no se da entre los de aquí... entre otras cosas, porque las víctimas mortales son todas homologables: PP, PSE y disidente del nacionalismo. Cierto. Que en otro nivel, aunque igualmente denunciable, se encuentran familiares de presos -no ellos mismos-, que cumplen condena por consanguinidad y querencia. Que se sabe de torturas en comisarías no depuradas, etc.

Todo, claro, entre quienes concordamos con los valores del humanismo -bastantes-, que no en aquéllos que se inclinan por los valores tribales. (¿Sabían ustedes, por cierto, que en Polonia está surgiendo una nueva y probablemente saludable nacionalidad. Son los llamados los de aquí. Como ocurría en Austria-Hungría, un polaco debe definirse en el censo por edad, sexo, estado civil, y, también, por su nacionalidad: alemán, polaco, ucraniano... Y esto tiene sus consecuencias políticas. El caso es que paulatinamente progresan los autodefinidos como los de aquí, ni alemanes ni polacos ni nada, los de aquí.) Volviendo al hilo, creo que en el lenguaje se está introduciendo una cierta discriminación del victimario, como si todas las vidas humanas no fueran igualmente valiosas.

Me viene a la memoria todo esto a raíz de cierta lectura que me habla de la gran conmoción que en Perú, y en Occidente, supuso el asesinato de ocho periodistas en los Andes (Ayacucho) a machetazos, apaleados y lapidados, en enero de 1983. Eran los tiempos de Sendero Luminoso. Se organizó una comisión presidida por el escritor Vargas Llosa con el fin de esclarecer todo aquello. En el informe emitido había una mezcla de condena y conmiseración hacia los bárbaros indígenas que habitaban la montaña. En todo caso, el impacto en la opinión pública devino por la calidad de los asesinados. Se obviaba que pocos días antes habían sido asesinados, con la misma violencia y crueldad, por manos similares, siete senderistas. Aquello no contaba para la opinión pública: sus vidas estaban descalificadas por su ideología (verdaderamente paranoica). Sus muertes no contaban. Frente a ellos, el reconocimiento público hacia los periodistas, provocó una revalorización de sus vida, como si el precio de la vida humana tuviera medida.

Tras el 11-M, la internacionalización del terrorismo, su complejo entrelazamiento con la imagen del terrorismo local (que ellos debieran valorar), el vínculo entre muerte e islam, quienes defendemos el sentido humanista de la vida debiéramos rearmarnos para no discriminar entre palestinos y civiles israelíes. O, en el extremo, para no proclamar aquello de que "el mejor terrorista es el terrorista muerto".

Inmigración, islam; es el mundo que llega para quedarse. Son tiempos para nuevas reflexiones.

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