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GUIÑOS
Columna
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La versatilidad de Fede Merino

El salón que conforma la recepción del hotel Abba Parque de Bilbao acoge temporalmente una exposición de Fede Merino (Reinosa, 1943). La inquietud creadora de este profesional de la fotografía está en constante ebullición. El trabajo de todos los días es fuente de donde surgen nuevos ensayos e intenciones plásticas. En primer lugar, otorga a sus tomas un papel estrictamente funcional y a continuación, a modo experimental, con aquellas que le resultan más atractivas o considera que tienen más posibilidades, ofrece nuevas versiones de carácter más versátil. En definitiva, exprime al máximo las posibilidades de la luz captada en sus negativos en blanco y negro para alcanzar cotas de expresión verdaderamente atractivas.

Ahora nos enseña treinta fotografías donde se aprecian paisajes, escenas de danza clásica, flamenco y algunos desnudos. Parte de ellas, resueltas en base a recursos digitales, están sobre lienzo de tamaño mural (hasta dos metro de lado). Se presentan a modo de papiros extendidos sobre la pared, con un barrote de madera arriba y otro abajo. Un curioso soporte que, además de poco visto, hace cómodo el transporte y el almacenamiento de la pieza. Las restantes imágenes están sobre papel al cloruro de plata, según estilo de los fotógrafos tradicionales.

La exposición deja claras las preocupaciones creativas del autor. Encontramos un denodado interés por las cualidades lumínicas del producto, que trabaja con el acierto y esmero de quien ama su oficio: luces complejas para resaltar detalles e intenciones. En lo que se refiere a las formas, se escurre de la ortodoxia más estricta de la figuración y juega con algo que puede entenderse como sutil indefinición. Pero lo hace de manera velada, sin perder de vista el referente original de la imagen, amparándose sencillamente en los voluminosos granos que ofrecen las fotografías ampliadas al límite.

Otro aspecto curioso de esta exposición, retrospectiva de veinte años (1983-2003), es la manera de presentar los desnudos y algunos retratos. Deja que los negros se desvanezcan sobre los blancos. Esta eliminación intencionada de los contrastes conforma unas imágenes delicadas, de aspecto frágil, pero con el vigor de una carga sensual enormemente sofisticada. Fotos con impacto, de apariencia sencilla, repletas de cargas emocionales. Composiciones marcadas por la característica de un realizador capaz, como en alguna otra ocasión he llegado a escribir, de recordar el estilo de la plástica oriental para mostrar la esencia oculta de las cosas y no simplemente de copiar su apariencia. Solamente echo en falta haber podido ver más fotografías.

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